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ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 50, marzo-abril 2023
Enrique del Teso: La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella (Ediciones Trea, Gijón, 2022)


YO ME ACUSO. EL USO Y ABUSO DE LOS BULOS POR PARTE DE LA (ULTRA)DERECHA
Los ensayos, precisos y combatientes, del semiólogo asturiano Enrique del Teso están dedicados a desentrañar y contrarrestar la propaganda de la derecha para no caer en sus trampas, y a porqué no funcionan los relatos de la izquierda para reconocer y hacer propias palabras como igualdad, justicia, libertad, patria o bandera, en sendos libros llenos de argumentos, que funcionan como dos partes complementarias de un mismo y esclarecedor análisis de los discursos políticos actuales, parándose especialmente en el uso que hace de los bulos la (ultra)derecha.
El 13 de enero fue el aniversario de la publicación de J’accuse de Émile Zola en el periódico L’Aurore sobre el caso Dreyfus en el que, entre otras cosas, se resaltaba la labor de los intelectuales en la denuncia de las mentiras como arma política.
Por mi parte, me considero una buena persona, juiciosa y “bienintencionada”. Y tiendo a aplicar estas cualidades o atributos a todos con los que me trato. Pero, gracias a Enrique del Teso, sé que soy, o he sido, conservador, “rojipardo”, además de progre, y rozar actitudes ultras en diversas ocasiones de mi vida. A veces, simultáneamente. Me explico.
Como progre, he exigido siempre la verdad. Pero a veces la verdad absoluta o en detalle no es conveniente, si se quiere avanzar sin despistarse de la meta que se pretende alcanzar. En su reciente ensayo (nov, 2022), del Teso lo explica muy bien con el símil de la caja de cambios para explicar qué nos conviene saber y hasta dónde. Yo, como profano, no sé (como de tantas cosas) qué componentes tiene la susodicha caja y cómo funciona, pero sé para qué sirve como conductor: me basta saber manejar el embrague y la palanca de cambios de velocidades, si el coche es de los antiguos, para que la cosa funcione. Cuando conduzco no me es necesario saber cómo es la caja de cambios (eso es para los técnicos), aunque en algún momento quisiera o necesitara saberlo. Los semiólogos llaman “caja negra” a esas informaciones no necesarias ni relevantes para el éxito de una acción y que se callan o mantienen en silencio para no hacer ruido contaminante. Si se explicara todo hasta el último detalle, probablemente se frenaría la marcha, o los detalles añadirían confusión y despiste. En el ejercicio de la política, lo mismo que en la vida en general, se encuentra uno con muchas de estas situaciones: no es conveniente decirlo todo, ya sea por no ser importante, por no hacer daño, por no ser pesado, o por ser incomprensible. Sin embargo, cuando se callan cosas, se tiende a imaginar lo callado. El contrincante utiliza así los silencios en su propio beneficio y tergiversa o añade lo que le interesa para mayor confusión. Ya se sabe, en el río revuelto… es donde entran a funcionar los bulos (eso que se viene llamando “face news“) y las medias verdades. Como sostenía Georg Christoph Lichtenberg (amigo de Kant y del gusto de Goethe): “La más peligrosa de todas las falsedades es una verdad ligeramente distorsionada“.
Como no puedo abarcar todo tipo de conocimiento, yo, como progresista, me fío de quienes considero progresistas y me meto en esa corriente, sin darme cuenta de que estamos todos en el río de Heráclito.
Como conservador, tiendo a creer que todo tiempo pasado fue mejor, que estos tiempos no ofrecen nada bueno entre tantas derivas y alternativas, que antes era mejor, cuando cada cosa estaba en su sitio y cada cual era cada cual. Me dejo llevar por la nostalgia cuando echo de menos y echo mano de esas retahílas que abundan en internet, del tipo: “no eres de Valladolid si no conoces el Pasaje Gutiérrez…”, “no es valenciana, si la paella no lleva garrofón”, etc. Y, mira que hago esfuerzos para entender eso de las entidades de género, con la de números y casos que se presentan. Y mantengo el pensamiento de que España no es machista, racista o xenófoba. Y aquí tiro de ironía y cinismo pensando que cualquier tiempo pasado realmente fue mejor.
Como “rojipardo” (aquel progre que va cambiando de color hasta casi deslucirse). sigo la máxima no suficientemente contrastada: “hay que ser revolucionario de joven y conservador de viejo“. Como si fuera un principio inquebrantable. Reconozco que no he sido muy activo y que a pesar de que he dejado hacer a otros, siempre he votado a los míos; que me siento decepcionado por la deriva de la izquierda y las cosas que se hacen en nombre de la izquierda, y, aunque me avergüenzo, sigo diciendo que soy “de izquierdas” o, lo que es peor, alardeo de mi pasado rojo ya superado… (como si estuviera en la síntesis de un proceso dialéctico).
Uno tiende a justificar posiciones chocantes, encontradas o injustificables, como asumiendo el papel del abogado del diablo, y buscando comprender el porqué de lo que sucede.
Cuando entramos en las redes sociales nos sentimos cegados por su multiplicidad y colorido. Es difícil no dar la tecla y entrar al trapo. Quien haya abierto y reenviado un chiste de esos que corren por las redes, aunque sea en forma privada, aunque no use los medios, está dentro de la máquina de fabricar bulos. Quién esté libre de haber usado alguna mentirijilla, que tire la primera piedra. Una forma rápida de parar los bulos es no usarlos. Otra forma, quizá más productiva o provechosa, es saber de qué mecanismos se vale el mentiroso. Aquí nos vendría muy bien echar mano del minucioso ensayo de Enrique del Teso que tenemos por referencia sobre esta cuestión. A veces uno reproduce las “noticias falsas” sin pretender nada, sólo unas risas, como suele decirse. Otras, reafirmar convicciones y aliarse a una determinada corriente de pensamiento. Lo malo es que en esos contextos se usan palabras que, aunque se entiendan, no se utilizan como comúnmente se hace ni en su sentido específico. El hombre es ese animal bípedo que se deja embaucar por el oscurantismo. Por supuesto, no nos referimos a cualquier relato o comentario claramente ofensivo e insultante, sino a “inocentes” afirmaciones que parecen Recapitulemos. De todo esto y mucho más se ocupa Del Teso en sus ensayos. No sólo de cómo gente corriente extiende las mentiras que otros fabrican para medrar y mantener el status quo, dando pinceladitas para que nada cambie, como pretende la derecha y la gente pudiente. Lo que verdaderamente le ocupa y preocupa a del Teso es desentrañar los mecanismos de los que se vale la ultraderecha para tomar el auge que está adquiriendo últimamente. En España, señala, no son fascistas en sí (aunque lo sean), sino neoliberales ultras. Conviene saber cómo usan y se apropian palabras y conceptos que son universales, semejante al modo en que usan símbolos como la bandera del Estado. Cómo odian a éste al negar la posibilidad de los impuestos, por ejemplo. Del mismo modo que denigran conceptos como igualdad, libertad o justicia vaciándolos de contenido, como cuando piden libertad para hacer “lo que me venga en gana”, pervirtiendo el concepto y el uso de la democracia, etc. Lo peor de todo es que en la hidra de siete cabezas que es internet y en los medios de comunicación, todos ayudamos a hacer circular su bien urdida propaganda basada en el hábil manejo de las emociones. Y es que todos dependemos no sólo del imperio de los sentidos, sino del de las emociones, como señala Antonio Damasio. Creemos que sabemos a ciencia cierta, pero solo sabemos lo que creemos. Una historia sugestiva que se repite en forma de mantra se interioriza y se convierte en propia, casi en verdad. Una advertencia repetida hasta la saciedad, como en el cuento de Pedro y el lobo, provoca el efecto de incredulidad en la gente, sea o no sea cierta. De eso se quejaba Julio Anguita, de que si él proponía cosas razonables por qué no le votaba la gente, sin darse cuenta de que el tono del relato también importa. Leonard Cohen cantaba que debíamos de tener el valor de matar al nazi que todos llevamos dentro antes de que él acabe con nosotros y se apodere de nuestro cuerpo dominando nuestras emociones. O como escribe Enrique del Teso: “el mayor enemigo de la democracia es el fascista que todos llevamos dentro“. Si se nos mira bien, todos tenemos una caja del estilo de la de Pandora llena de virtudes y defectos, de emociones, en suma. Se necesita a un ser listo (Prometeo), para custodiarla. Si la caja se la dejamos al torpe (Epimeteo), al que carece de luces, la caja acabará abriéndose por curiosidad, por descuido o por ambición. Disponemos de ella como si se tratara de una caja negra (semejante a la que aluden los politólogos, como decíamos, como estrategia) que debe permanecer oculta, controlada, al modo de las que llevan los aviones. La verdad, expuesta a la luz, puede hacer más daño que el silencio. Pero la verdad nos hace libres en la medida que nos permite elegir bien. El control de las emociones para usar las palabras adecuadas es fundamental para ese proceso. Sólo puedo decir ahora que los textos de Enrique del Teso, como pequeño manual de cabecera contra mentiras, bulos y falsas verdades, vengan del poder o de sus desestabilizadores, puede sernos de gran ayuda para ello.
Enrique del Teso, La propaganda de ultraderecha y cómo tratar con ella (Ediciones Trea, Gijón, 2022) Enrique del Teso, Más que palabras. La izquierda, los discursos y los relatos (Ediciones Trea, Gijón, 2019
Algunas Lecturas complementarias:
Aronson, Elliot (1986): El animal social. Introducción a la psicología social. Alianza Universidad.
Damasio, Antonio (2006): En busca de Espinosa. Editorial Debate
—— (2008): El error de Descartes. Ed. Debate.
Dudda, Ricardo (2019): La verdad de la tribu, Debate.
Lipovetsky, Guilles (1986): La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Anagrama.
Sauvy, Alfred (1969): Los mitos de nuestro tiempo. Nueva colección Labor.
Steiner, George (2022): ¿Tiene futuro la verdad? Almuzara.