DE UNA ESPAÑA DE DOS HOMBRES A UNA ESPAÑA DIVERSA Y DIGITAL
España ha pasado en dos décadas, de una política bastante cerrada en unas personas profesionales de la misma, con poca apertura a la juventud y a temas como el feminismo y la inmigración, a un país mucho más abierto. En buena parte, esa apertura se debió al 15-M. Luego, a Podemos. Y, esperemos que ahora, a Sumar, que pretende abrir nuevos caminos para el entendimiento y para un futuro ilusionante, en el que tengan cabida los jóvenes y los inmigrantes. Hay que dar a lo público el protagonismo que se merece, y para ello debemos servirnos de la tecnología. Hemos de orientar bien una digitalización que sirva para dar más efectividad al Estado de Bienestar
Recuerdo, perfectamente, el primer año en que empecé a estudiar en España. Yo vivía en un pueblo del interior de Alicante y pude notar cómo, poco a poco, vecinos y familiares empezaban a renunciar a cualquier plan que implicase gastos extraordinarios y llegaron, incluso, a perder sus trabajos y sus casas. Estábamos en 2007; yo apenas tenía doce años y contaba con un escaso nivel de español, pero recuerdo las palabras que más angustiaban a aquella España: “crisis” y “recesión”. Dos palabras que me acompañaron durante toda la adolescencia y etapa universitaria, y a las que mi condición de migrante añadía un agravante, dificultando aún más la posibilidad de encontrar un trabajo o acceder a una beca.
Aquella España de crisis y recortes siempre estaba encarnada por dos hombres que yo veía constantemente en la televisión: Mariano Rajoy y José Luis Rodríguez Zapatero. Entonces, rara vez entraban en el debate cuestiones como el feminismo o el antirracismo. Reconozco que una buena parte de mi generación se acostumbró a un discurso gris y poco esperanzador. Lo normal era terminar la universidad y marcharse.
Pero ese ambiente creó un discurso lleno de hartazgo que despertó a una generación algo más mayor que la mía. Un maravilloso despertar en las plazas aquel 15 de mayo de 2011, y que marcó un antes y un después en nuestra democracia.
Esa generación del 15M consiguió romper con el conformismo y los límites de lo imaginable en aquella España gris, enseñándonos que las instituciones no eran el cortijo privado de unos pocos hombres blancos de clase alta. La indignación provocó que el tradicional bipartidismo se empezara a resquebrajar con la irrupción de nuevos movimientos políticos que venían a cambiar este país anquilosado. Aquel primer Podemos, que irrumpió en las instituciones españolas en el año 2015, provocó la primera sacudida de aquel régimen de 1978 que fue heredado por nuestra generación. Gracias a ella, cuatro años después se lograba la primera experiencia de un gobierno de coalición progresista desde la restauración de la democracia. España empezó a cambiar.
Tras esa experiencia de cuatro años que coincidió con una gran eclosión del movimiento feminista en España, o el impulso de las movilizaciones contra el racismo que dieron la vuelta al mundo, llegaron las pasadas elecciones del 23 de julio. Una gran alianza entre las diferentes izquierdas y los diferentes movimientos de la sociedad civil progresista alumbraron la candidatura de Sumar, que, tras mucho esfuerzo, ha permitido que se revalide una mayoría alternativa a la del PP y Vox, a la que muchas encuestas daban por imbatible.
Tras las elecciones, Yolanda Diaz y Sumar comprendimos cómo es hoy la España real y hacia dónde quiere caminar. Se comprendió que el miedo ya no moviliza, que España está orgullosa de ser plurinacional y que este país de países quiere ser representado desde su diversidad. Básicamente, hicimos un proceso de escucha que debería haberse llevado a cabo durante la transición democrática.
La derecha y la extrema derecha nos quisieron hacer entender que estábamos derrotados, mientras sus medios afines hablaban del fin del ciclo progresista en España. Debido a una concepción limitada de la democracia, muchos han repetido que no deberían existir discrepancias entre las formaciones que forman parte de un mismo gobierno, como si debatir y discrepar no fueran las mayores cualidades para hacer política; como si la política no consistiera en llegar a acuerdos, precisamente, entre los que piensan diferente y discrepan.
Ahora bien, creo que mi generación debe empezar a hablar tanto del presente como del futuro, ahondando en el reconocimiento de qué es lo que se espera, realmente, de nosotras y de nosotros. En las listas electorales del conjunto de partidos, se ha visto que apenas había perfiles jóvenes; mucho menos perfiles migrantes. Tampoco hemos conseguido, aún, que España tenga su primera presidenta mujer. Del mismo modo, los principales debates que atraviesan hoy a nuestras sociedades, como la digitalización o la transición ecológica, apenas han tenido espacio en el debate político. Tenemos que hacer una reflexión profunda en este aspecto y hablar de los temas que preocupan en la sociedad en la que vivimos. España necesita respuestas y certezas sobre estas cuestiones, y las formaciones progresistas deben construir un proyecto que esté a la iniciativa, que proponga, que abra debates y que llegue a dibujar nuevos horizontes. Debemos garantizar a la ciudadanía políticas duraderas y capaces de sostenerse al menos una década.
En la cuestión migrante, tenemos que dejar de tratar a las personas migrantes como cuotas –y de suponer que lo son–. Hay que construir, desde las nuevas formas de organización de la juventud, un proyecto para su incorporación, pero empezando por preocuparnos, de verdad, por los problemas que acucian a las personas migrantes, del mismo modo que lo hacemos por el resto de la ciudadanía. Hay que tener claro que no sirve de nada hacer políticas sociales si estas dependen de si tienes DNI o no.
Del mismo modo, también hay que seguir ensanchando la agenda feminista en todos los aspectos y áreas. Y seguir dando impulso desde las instituciones a este movimiento que, sin duda, está cambiando el mundo.
Y, por último, tenemos que dar una batalla crucial y que, a mi juicio, no es tan compleja de ganar: la de que lo público funciona y que puede ser más eficiente que lo privado. Y, para eso, la tecnología tiene que ser nuestra mayor aliada. Cuando las instituciones hablan de transformación digital no saben explicarle a la ciudadanía en qué consiste; y, muchas veces, se comprende por parte de las propias instituciones como “el cajón desastre”.
La transformación digital tiene un componente cultural y otro componente técnico. La ciudadanía necesita encontrar aplicaciones públicas sencillas y pensadas para ella, aplicaciones donde el ciudadano se sienta el centro, del mismo modo que lo hace el sector privado con sus clientes. Algunos ya lo acuñaron con el término “Estado emprendedor”.
Por ello, creo que el reto de la próxima década tiene que pasar por garantizar un estado del bienestar, también en lo digital. Las políticas deben poner el foco en una digitalización de los servicios públicos, desde una arquitectura centralizada y eficiente; y, para ello, la institución debe contar con la sociedad civil. Yo misma he sido testigo de que la aplicación de metodologías ágiles que incluyen, tanto a sociedad civil como a instituciones y cuadros técnicos, tiene como resultado productos útiles para todas y todos.
La tecnología y la digitalización pueden ayudar a construir una sociedad segura de sí misma, que avanza en transparencia y democracia. La digitalización del Estado del Bienestar puede consolidar una sociedad más participativa políticamente, una sociedad más exigente con sus gobiernos y, lo más importante, una sociedad que construye sus propias políticas.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.