ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 53, septiembre-octubre 2023

LAS MANOS QUE MECEN LA CUNA

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Vivimos en una sociedad en permanente cambio, sobre todo desde finales del siglo XX y comienzos del XXI: cambios sociales, económicos, políticos, tecnológicos… Estos cambios provocan múltiples reflexiones. Este artículo pretende asomarse a uno de ellos: aquel que tiene que ver con la implantación de nuevas tecnologías y su aplicación a la creación de estados de opinión de la sociedad en su conjunto; aquellas que han desarrollado las denominadas fake News y la Inteligencia Artificial, ambas trasladadas a los procesos electorales que hemos vivido en España este año. La aplicación de estas tecnologías a la creación, o más bien a la manipulación, de los estados de opinión de la sociedad puede llegar a hacer descarrilar la democracia o no; depende de quién “meza la cuna”.

Hace dos meses se celebraron las elecciones municipales y algunas autonómicas. La mayoría votó a diferentes partidos; algunos lo hicieron en blanco o su voto resultó nulo; y muchos optaron por no votar (36 %); pero al fin y al cabo, se desarrolló lo que hemos venido en denominar “la gran fiesta de la democracia”. Y acabamos de pasar unas elecciones generales donde las y los españoles hemos elegido el parlamento que decidirá quién nos gobernará para los próximos cuatro años, no llegando la abstención en esta ocasión al 30 %.

La primera reflexión que le viene a uno a la cabeza es ¿por qué la democracia no es capaz de seducir a un porcentaje tan alto de abstención?

El libre albedrío es un concepto que desarrolla la libertad individual, y que debe estar en equilibrio con las responsabilidades colectivas. Votar forma parte de ese equilibrio. Al igual que no se pueden restringir las decisiones individuales, tampoco puede dejar de exigirse una responsabilidad colectiva. Pero corresponde más a las fuerzas políticas trasladar a la ciudadanía esta responsabilidad, que la obligatoriedad en el voto tal y como ocurre en algunos países.

Ir a votar es una decisión individual que tiene que ver con diferentes referencias: el contexto en el que se vive, los partidos políticos y/o coaliciones que se presentan a las elecciones, los programas electorales con los que se presentan (las promesas), las personas que les representan, la situación económica, política y social general del país…, pero también la expectativa que podemos tener en el resultado antes de que se celebren las elecciones (apoyar a los míos es necesario; ganarán los míos en cualquier caso; no servirá para nada pues todo seguirá igual; todos son iguales; nadie piensa en mi; no va a servir para nada; la credibilidad de los políticos está por los suelos; de lo que se propone no me afecta nada…), pero también el estado de opinión general o colectivo que la sociedad ha ido adquiriendo modelada por diferentes factores: los medios de comunicación, las redes sociales, los grupos de presión, etc.; y en estas elecciones generales hemos visto ya dos factores que han modelado un estado de opinión: uno, el mismo momento de convocatoria electoral (en verano, cuando se está de vacaciones…), y, dos, como consecuencia de lo anterior o cómo causa, la participación en las mesas electorales; aunque más bien la excusa para librarse de esa responsabilidad obligatoria.

Los medios de comunicación nos han bombardeado un día sí y otro también, con el fastidio de la fecha de las elecciones y la participación en las mesas electorales; algo, desde mi punto de vista, torticero, pues la democracia exige también unas obligaciones que solo la propia ley limita con causas muy concretas. Sin embargo ha sido la conversación previa a las elecciones más extendida en todos los círculos, más allá incluso de las declaraciones, algunas inventadas, de las y los políticos.

Vivimos en una sociedad que hemos venido en denominar “democrática”, de tal forma que todos los ámbitos de nuestra vida están atravesados por momentos electorales: desde la escuela donde elegimos al delegado de la clase hasta los diputados que aprueban leyes y desarrollos de gobierno que indicen sobre nuestras vidas cotidianas. En todos estos ámbitos podríamos afirmar que impera el principio de ciudadanía de que cada persona vale un voto Imagen que contiene estrella, luz

Descripción generada automáticamente y en función de este principio elegimos a nuestros representantes.

Sin embargo, no es objeto de este articulo ahondar en este contenido, con ser un elemento esencial para el desarrollo democrático pleno, pues ya fue desarrollado en otra ocasión en esta misma revista en enero de 2016[1].

La pretensión de este artículo, ahora, es advertir de un posible enemigo, o no, para la democracia como puede ser la Inteligencia Artificial, aplicada a los procesos electorales.

Nuestro mundo está en permanente cambio. Quizás hoy el cambio es más evidente teniendo en cuenta las amenazas a las que estamos siendo sometidos la humanidad: el cambio climático y las modificaciones de las condiciones de vida en el planeta, y el efecto que la intervención de los seres humanos ha tenido en ello; la vuelta atrás en cuanto a la igualdad entre hombres y mujeres, entre seres humanos, entre personas con el color de la piel distinta…, pero también por el crecimiento exponencial que ha habido en los últimos años con la tecnología y la implantación de la Inteligencia Artificial en todos los elementos de la vida cotidiana, también en los ámbitos más estrechos con la libertad, como son unas elecciones de nuestros representantes en el ámbito político.

La mayoría de los procesos electorales en España, pero también en el resto de Europa, en América…, han estado precedidas por sondeos, por encuestas, por información sobre la intención de voto de la ciudadanía; y, aunque muchas veces el resultado posterior ha sido diferente a lo que pronosticaban, estas acciones estadísticas dan la sensación de tener como objetivo condicionar el estado de opinión del cuerpo electoral, que muchas veces decide su posición en el último momento. Y ya hemos visto como las diferentes agencias y medios de comunicación nos han bombardeado con encuestas y sondeos sobre el posible resultado electoral en los momentos previos a las elecciones, incluso el mismo día de las mismas. Resultados de encuestas y sondeos que utilizan algoritmos para predecir un resultado quizás no tan incierto como cabría esperar. También la utilización de las “redes sociales”, y la manipulación a las que están sometidas constantemente, con las denominadas cuentas fantasma, aquellas que se crean y manipulan la información, tiene como eje crear un estado de opinión que nada tiene que ver con la realidad, sino con los intereses de aquellos que controlan esas redes.

Las personas encargadas de las estrategias electorales nos han trasladado siempre que la decisión, dicen ellos, en cuanto al voto está en función de slogan que provocan o producen un ejército de hooligans como en el deporte, sin importar los contenidos: o bien somos de Pedro Sánchez, o bien somos de Feijóo, o de Abascal o de Yolanda; como si del deporte se tratara defendiendo los colores de nuestro equipo independientemente del juego o de los resultados; pero un elemento caracteriza esta constante: estar en contra de los otros, independientemente de lo que hayan hecho, dicho o contradicho.

Esta construcción de una sociedad “hooliganizada”, nos impide pensar y reflexionar sobre aquellos elementos que en verdad hacen crecer a la sociedad para mejorar la calidad en la vida de los seres humanos en cuanto a convivencia, en cuanto al futuro que dejaremos a nuestra descendencia; es decir, lo colectivo que tiene que ver con una Sanidad Universal y Gratuita, con una Educación Pública que es la base del conocimiento, a unos Servicios Sociales Públicos que se encargan de aquellas personas que sufren o han tenido dificultades en el desarrollo de su vida, o en aquellos ámbitos que hacen que las personas que acaban su vida laboral tengan condiciones dignas para poder continuar su tiempo de la mejor forma posible; …, sin perder de vista que también somos individuos que pensamos, amamos, decidimos y aspiramos a ser considerados como tales. El equilibrio entre estos dos elementos; es decir, lo colectivo y lo individual, es lo que posiblemente hace avanzar a la sociedad. Esta dicotomía entre lo de uno y lo de todos hoy está en cuestión, ya que alguien o algo se ha encargado de desequilibrar este balance cargando la fuerza de la balanza sobre el aspecto más individual.

De estos contenidos colectivos no nos hablan los algoritmos ni las encuestas basadas en ellos, alimentados por la Inteligencia Artificial como si un nuevo Teísmo hubiera surgido de la nada y hubiera invadido todos los aspectos de la vida: las películas que nos tienen que gustar, los juegos que más nos generan adrenalina, las lecturas que más nos excitan, los programas de televisión que más nos enganchan, la ropa que mejor nos queda, el descrédito de aquellos que opinan diferente, profundizar en el negacionismo de situaciones como la pandemia, el cambio climático, la necesidad de amar a quien quieras, negar la violencia contra las mujeres por el hecho de ser mujer…, y aquí encajan perfectamente lo que se ha venido en dominar “Fake News[2], que utilizadas convenientemente crean y modifican conductas y estados de opinión de la ciudadanía.

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Descripción generada automáticamente Pero, ¿a quién o quienes interesa que esto exista? Ya en las elecciones americanas en las que ganó Donald Trump, y también en España en todo el desarrollo del denominado “proceso soberanista en Cataluña”, tuvieron una importancia impresionante, pues era difícil discernir entre realidad y ficción sobre aquellas noticias que se propagaban a través de las redes sociales, impulsadas por algoritmos matemáticos que alguna empresa o grupo interesó desarrollar, haciendo de la manipulación de la realidad un elemento que modela la percepción del mundo en el que vivimos.

El desarrollo tecnológico no es en sí mismo una amenaza, sino que depende de la “mano que lo meza”, teniendo en cuenta el título de una conocida película que aborda este elemento[3]. Las grandes corporaciones que impulsaron la deslocalización y cuyo único referente fue la disminución de costes y por lo tanto el incremento de beneficios, cuyas consecuencias negativas hemos visto en esta pasada pandemia por la falta de bienes de equipo o simplemente por la falta de mascarillas; también los poderosos medios de comunicación que constantemente un día sí y otro también publican encuestas o sondeos electorales…, no deben ser los que mezan esta cuna cuyas consecuencias sufriremos el conjunto de la población mundial.

A menudo, desde el pensamiento progresista se ha venido en poner en cuestión el avance tecnológico, por los peligros que suponía para la clase trabajadora y la sustitución de la fuerza laboral en los centros de trabajo, y el miedo a que esto trajera como consecuencia un debilitamiento del Movimiento Obrero; sin tener en cuenta las bondades y nuevas perspectivas laborales que este avance supone. El Movimiento Obrero siempre ha estado más en la defensa de lo conseguido que en la proyección, y por tanto el control de los avances que se cernían de manera inevitable sobre el futuro de la sociedad.

Pensar de manera crítica es interrogarse por las causas de las cosas que nos pasan, teniendo en cuenta también las consecuencias que viven y sienten los seres humanos en particular y la sociedad en general. El pensamiento crítico nos hace discernir entre lo que está bien y lo que no lo está; entre lo que es bueno para los seres humanos y nos hace avanzar como tales y aquello que nos hace retroceder volviendo a situaciones pasadas que nos hizo peores como personas.

Las grandes corporaciones, los bancos, los medios de comunicación también saben esto y utilizan los instrumentos a su alcance para modelar el tipo de persona, el tipo de sociedad, que se acomoda a sus intereses, normalmente un poco espúreos, y no dudan en utilizar para ello todas las herramientas disponibles, incluyendo la inteligencia artificial a la que solo ellos van a tener acceso con sus recursos. Pero debemos saber que esta situación entra en contradicción con las ansias de libertad y la necesidad de pensamiento crítico que el conjunto de la humanidad necesita para forjar un futuro que contemple un mundo sin desigualdades sociales, políticas y económicas.

En este sentido, las leyes, en una sociedad democrática, son los instrumentos de que nos valemos como colectivo para establecer las reglas de convivencia entre las personas. Dependerá de los equilibrios entre las fuerzas parlamentarias para conseguir escorarse hacia una posición progresista o hacia una posición más conservadora. Pero en relación a lo que nos ocupa, se hace más necesario que nunca que se desarrolle una legislación concreta que proponga una regulación de estas prácticas y los instrumentos necesarios para perseguir aquellas situaciones cuyo objetivo sea la manipulación de la opinión pública y social; pero no puede ser solo en el ámbito nacional pues las redes, internet tiene un ámbito mundial y debe ser en ese ámbito donde se llegue a acuerdos que posibiliten el protagonismo de la ciudadanía y no de aquellas entidades, empresas, grupos de presión, que ya hoy intentan mecer la cuna en su propio beneficio.

La ciudadanía debe/debemos ser dueña de nuestro destino, con aciertos, con desaciertos, pero protagonistas del presente y del futuro, estando alerta, pues si “la mano que mece la cuna” no coincide con los intereses colectivos, de todos, y parece que así es, la necesidad de referentes que trasladen a la sociedad elementos de pensamiento crítico son más necesarios que nunca.

 

  1. “La democrática Elección de Diputados: ¿Una persona un voto?”. Ver en https://www.calameo.com/read/003244332f1e707a40720

  2. https://www.incibe.es/menores/tematicas/fake-news-y-bulos

  3. http://es.m.wikipedia.org/wiki/La_mano_que_mece_la_cuna

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