A medida que la Derecha, incluyendo la extrema de Vox, se hace con el gobierno de algún municipio o Comunidad Autónoma, se suceden actos de censura o de afirmación ideológica, como la supresión de la obra teatral El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca, la cual refleja la labor de un maestro ejemplar. Otras veces se niegan a suprimir expresiones del Franquismo que son contrarias a la convivencia democrática
Hace poco he leído un artículo del escritor Coradino Vega que me ha dado que pensar. Lo publicó en el diario El País el 14 de julio de 2023 con el título «Tenemos que hablar más de política» y, entre otras cosas, trataba sobre el auge de la ultraderecha en Europa y España. Coradino Vega, además de novelista, es profesor de secundaria en un instituto público, así que tiene un conocimiento directo del sistema educativo y de los valores dominantes entre los jóvenes. El autor se pregunta en su texto:
«Qué hemos estado haciendo mal para que los eslóganes, los bulos y los mensajes simplistas de Vox estén calando […] entre el alumnado y las familias en buena parte de clases desfavorecidas. Un fallo en la manera de enseñar la Historia y de concienciar en la igualdad, pero también de la ciudadanía en su conjunto, que ha dejado de rebatir en público esos discursos y ha dimitido del debate y los argumentos. Uno de los grandes logros del franquismo fue que la sociedad cayese en la apatía política y el individualismo cínico.»
A mí se me ocurren varios ejemplos burgaleses (y muy recientes) de estas acciones erróneas que tienen que ver con el desprecio de la memoria histórica y la promoción de contravalores. Así, en el pueblo de Briviesca (capital de la comarca de la Bureba) el nuevo ayuntamiento (gobernado por el PP) suspendió la representación de la obra teatral El mar: visión de unos niños que no lo han visto nunca por supuestos problemas de seguridad en el recinto donde se iba a representar y por el alto coste del espectáculo, que había sido contratado por la corporación anterior (del PSOE). Poco tiempo después, el alcalde anunciaba que, para las siguientes fiestas patronales, se proponía programar «cosas que se realizaban antes y ahora no, como el encierro de vaquillas en la plaza Mayor» porque «la gente joven lo demanda con mucha intensidad» (José Solas entrevistado por S.F.L., Diario de Burgos, 12 de agosto de 2023, pág. 20).
Así que, por lo visto, en Briviesca el teatro es peligroso y caro, pero los encierros con vaquillas no. El mar..., escrita y dirigida por Xavier Bobés y Alberto Conejero, recrea la figura del maestro catalán Antoni Benaiges, destinado en la escuela rural de Bañuelos de Bureba, donde ejerció entre 1934 y 1936. Benaiges, gran pedagogo, también se involucró activamente en la vida política de Briviesca, escribió artículos en el semanario La Voz de la Bureba y frecuentó su Casa del Pueblo y los círculos izquierdistas. Tras el golpe de Estado del 18 de julio, fue detenido por las milicias falangistas en la propia Briviesca y fusilado extrajudicialmente. Se supone que su cadáver yace en alguna fosa común en el Puerto de la Brújula.
La obra teatral de Bobés y Conejero ha recibido múltiples premios y excelentes críticas, y se ha representado en los mejores escenarios de España. ¿Cómo es posible que el ayuntamiento de Briviesca la rechace? Si no están orgullosos de personas como Antoni Benaiges, que dedicó su vida a la enseñanza y a promover mejoras sociales, ¿qué modelos de comportamiento cívico defienden? ¿Qué otros personajes relacionados con la historia del pueblo son dignos de emulación? ¿Con qué valores quiere la corporación municipal que se identifique su juventud?
Seguramente todo esto tiene que ver con algo que también apunta Coradino Vega en su artículo: en aquellos países donde no se conoce de forma rigurosa la historia, en los que no se ha reflexionado sobre los aspectos más oscuros y dolorosos de su pasado reciente, donde no hay conciencia de los errores cometidos por la sociedad, la ultraderecha tiene el terreno abonado para difundir sus simplificaciones históricas y sus soflamas nacionalistas, machistas, xenófobas y violentas. El caso contrario es el de la Alemania occidental (no así en la que perteneció a la República Democrática): allí ha habido una verdadera contrición colectiva por el pasado nazi y gracias a ello buena parte de su sociedad está concienciada y muy comprometida con los valores democráticos y permanece alerta para no repetir los errores de hace no tantas décadas. Y, desde luego, no permiten la exaltación del nazismo ni el homenaje a sus figuras.
Y, claro, es inevitable establecer comparaciones con España. No lejos de Briviesca y de Bañuelos de Bureba, está el pueblo de Alcocero de Mola. La segunda parte de su nombre se añadió en 1938 como homenaje al general Mola, quien había muerto allí el año anterior en un accidente de aviación. Nadie ignora que Mola fue el principal muñidor del golpe de estado de julio de 1936 que condujo a España a la Guerra Civil. Era una persona fría y despiadada, cuyas instrucciones para la toma del poder incluían los asesinatos no solo de opositores, sino de cualquiera que mostrara un apoyo tibio al golpe. En estas circunstancias mataron al maestro Benaiges y a cientos de inocentes más. El PP lleva gobernando la alcaldía varias legislaturas y se ha opuesto expresa y repetidamente a devolver al pueblo su nombre original. ¿Alguien se puede imaginar algo así en Alemania?
En la propia capital de Burgos, una de las primeras medidas de su alcaldesa (además de subirse el sueldo más de 13000 euros al año) fue retirar la aportación económica del ayuntamiento a dos instituciones: la Cátedra de Memoria Histórica «Eduardo de Ontañón», de la Universidad de Burgos, y la Coordinadora Provincial para la Recuperación de la Memoria Histórica. Una de las actividades de esta última es exhumar fosas comunes de represaliados por el franquismo; el equipo de gobierno (del PP) justificó la exclusión de la ayuda, entre otras razones, porque estas fosas no están en el municipio de Burgos, sino en un pueblo cercano, como si muchos de esos cadáveres no fueran de burgaleses arrancados de sus casas en la capital para encarcelarlos y matarlos, como sucedió con el mayor compositor que ha dado la ciudad, Antonio José. ¿Cómo puede alguien esgrimir semejantes excusas? Ignacio Fernández de Mata (director de la Cátedra) y Soledad Benito (presidenta de la Coordinadora) han respondido a la alcaldesa en los medios de comunicación, y yo poco tengo que añadir a lo dicho por ellos, porque estoy muy de acuerdo con sus palabras.
Soy muy partidario de respetar, restaurar y contextualizar los monumentos franquistas con valor artístico, y así lo he expresado en varios artículos (por ejemplo, sobre la Pirámide de los Italianos o el Águila de Sagardía), pero no de mantener otros elementos de exaltación a la dictadura que, pese a la Ley de Memoria Histórica, todavía perduran, como la vigencia de ciertos títulos honoríficos, la toponimia, el nombre de las calles o elementos propagandísticos o conmemorativos. No se debe homenajear de ninguna manera a los responsables de un golpe de estado, una represión feroz y una dictadura, y esto debe transmitirse con claridad a los jóvenes.
También es fundamental conocer bien la historia, que ilumina de muchas formas la realidad actual y a veces nos desvela datos sorprendentes. Por ejemplo, una persona ingenua podría pensar que la imagen del Santo Cristo de Burgos que preside el salón de plenos de la casa consistorial es reflejo de la devoción que, desde hace muchos siglos, suscita esa imagen, y que, por tanto, tal presencia carece de cualquier otra intención ideológica y está allí desde la inauguración del edificio neoclásico. Pero no es, ni mucho menos así. Se instaló en enero de 1955, lo entronizó el alcalde Díaz Reig y lo bendijo el arzobispo Pérez Platero, en una ceremonia solemne en la que el prelado, además, recibió la medalla de oro de la ciudad. Fue un acto muy representativo de la mentalidad nacionalcatólica de los jerarcas de entonces (el propio Díaz Reig también colocó en su despacho una imagen de Santa María la Mayor). En aquel momento a nadie le sorprendió que un signo religioso ocupara el lugar que debería reservarse para el escudo de la ciudad o de la nación, ya que entonces estos ámbitos se confundían: el jefe del Estado lo era «por la gracia de Dios» y, antes de la constitución del ayuntamiento, se celebraba una misa en el propio salón. La casa consistorial burgalesa es un edificio del siglo XVIII que ha tenido muy distintos motivos decorativos y simbólicos. ¿Por qué algunos consideran inamovibles los del franquismo, que expresan las ideas de esa época pero no las de la nuestra? Por supuesto, la réplica del Cristo de Burgos forma parte de la historia del edificio y debe permanecer en él, pero debería colocarse en un lugar más adecuado, que lo libere de la indeseable carga política que se le ha conferido. Una de las conquistas del mundo moderno (y base fundamental de la democracia) es la separación de la Iglesia y el Estado, y España, por fortuna, es hoy un estado aconfesional, pero esto lo pondría en duda un extranjero que visitara los salones del Ayuntamiento (o de la propia Diputación burgalesa), que parecen escenarios propios de una teocracia. A todo esto, hay que recordar que el gobierno del PSOE y Ciudadanos tampoco tomó ninguna medida sobre este particular cuando estuvo en el poder.
Burgos aspira a ser capital cultural europea en 2031, pero su ayuntamiento cancela el festival de teatro EnClave de Calle (también alegan motivos económicos), y la Junta y el Ministerio de Cultura paralizan la ampliación del Museo de Burgos. Esto último me decepciona y me duele especialmente, porque debería dotarse a esta institución de todos los medios necesarios para que pueda mostrar de manera más completa el devenir histórico y artístico de la provincia, incluidos estos tiempos oscuros y dolorosos de los que venimos hablando. En la encrucijada histórica en la que nos encontramos, con el auge rampante de movimientos intolerantes de todo signo, deberíamos esforzarnos por formar parte de la Europa civilizada, tolerante, diversa, culta y democrática. Pero todo lo expuesto antes creo que nos aleja de ella.
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