ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 53, septiembre-octubre 2023

LA VERDADERA ALTERNATIVA

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Unas elecciones generales suelen encerrar una gran alternativa. En el caso de las últimas eso resulta especialmente evidente. Los partidos suelen actuar de manera bastante inmediata ante ese tipo de alternativas, sobre todo en período preelectoral. Sin embargo, la verdadera alternativa probablemente se plantea a más largo plazo, y exige una actividad continuada por parte de la militancia, incluyendo muchas pequeñas transformaciones, y una transmisión constante de los valores y criterios de la verdadera Izquierda. Gran parte de esa transmisión debe realizarse sobre la burguesía progresista, y sobre ese “proletariado bienpensante” que se abstiene en las elecciones o incluso vota a la Derecha

UNA ALTERNATIVA NO TAN GRANDE

A menudo unas elecciones generales encierran una gran alternativa, pero en el caso del 23-J eso ha resultado especialmente cierto, dada la cercanía en votos entre los dos grandes bloques.

Esa equivalencia en apoyo electoral lleva a pensar en lo importante que es el periodo anterior a las elecciones, y lo que en él hagan los partidos para atraer al electorado.

A su vez, esa actividad de persuasión sobre los votantes forma parte de algo más amplio, y que constituye la finalidad de muchos partidos: el logro de poder en el Estado y en las entidades públicas, subestatales y supraestatal. Sin embargo, un partido que verdaderamente sea de Izquierda no puede limitar su actividad a esa conquista de poder y a las transformaciones que sean posibles con el mismo. En una sociedad el poder efectivo es mucho más amplio y diversificado que el político. Eso provoca que ningún partido pueda gobernar solo en beneficio de una parte de los ciudadanos, sobre todo si la oposición tiene mucho peso y el gobierno necesita el apoyo de otros partidos.

Esa especie de transacción mitiga mucho las diferencias que existen entre las opciones de la alternativa actual. Es cierto que existe y es importante, pero cualquiera que sea el resultado final de la contienda electoral, en España seguirá habiendo empresas donde las diferencias retributivas son de 1 a 800. Además, la mayor parte de esas empresas, para reducir costes subcontratan las ocupaciones con salarios más bajos, aunque eso provoque que las personas afectadas obtengan una retribución miserable.

También seguirá habiendo bastantes españoles con grandes patrimonios obtenidos por herencia. Una parte de esos herederos no saben lo que es trabajar, llevan una vida de gran consumo y, aun así, tienen tantos bienes patrimoniales, que no llegan a usar una parte de ellos, que permanecen sin uso.

Otra situación que probablemente no cambiará cualquiera que sea el resultado final de las elecciones y negociaciones ulteriores, es que en bastantes ciudades españolas el precio medio de la vivienda es siete veces o más el coste de construcción. En nuestro país, las rentas especulativas obtenidas por suelo y vivienda son gigantescas, y mientras tanto muchos trabajadores obtienen un salario tan bajo que ni siquiera les permite alquilar una vivienda modesta.

Ante esos ejemplos, entre otros muchos, de desigualdad y explotación, hay muchas personas que aspiran a cambiar la situación, en pro de una mayor justicia y equilibrio social. Pero, ¿hasta dónde? La mayor parte optan por la “prudencia”. Por ejemplo, en relación con los ejemplos citados, estiman que el abanico de salarios en esas empresas que lo tienen de 1 a 800, debe pasar a ser de 1 a 600. Asimismo, defienden que el gravamen de sucesiones debe subir un tanto, y debe tributarse más por el patrimonio improductivo. También debe incrementarse la oferta de vivienda pública en alquiler.

Todas esas medidas serían muy positivas, pero es evidente que solo sirven para reducir mínimamente la desigualdad y explotación existentes. La cuestión es: ¿no podríamos aspirar a algo más, como ir eliminando seriamente la explotación, ofrecer unas oportunidades de vida verdaderamente humana a todos los ciudadanos, y facilitar que todos puedan aplicar sus capacidades en beneficio del conjunto?

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Sí, aspirar a eso parece que sería lo verdaderamente propio de la Izquierda. ¿Y qué tendríamos que hacer? Para empezar, proponernos con claridad y decisión esos propósitos, dentro de un ideario un poco más amplio. Incluso convendría apoyar ese ideario en algunas hipótesis sobre la realidad social y política.

Luego deberíamos tratar de hacer, sí: lo que hacen los partidos. Pero no solo eso. Estábamos diciendo que casi todos los partidos, incluyendo los de Izquierda, trabajan para conseguir poder en el Estado y los otros entes públicos. Pero eso no es suficiente. La Izquierda no puede limitarse a conseguir representantes parlamentarios, administradores y gobiernos. Tan importante o más es trabajar para conseguir directamente transformaciones sociales. Junto a eso, es necesario transmitir a otros el ideario y opciones propios, realizando una labor de persuasión no solo de manera colectiva y parcial, sino también personalizada y profunda. Las dos tareas son de gran importancia en sí mismas, pero además la segunda: la concienciación de más y más ciudadanos, es el medio más eficaz para ir creciendo en adeptos, y con ello en éxito electoral.

Por supuesto, no se trata de hacer un proselitismo manipulador o impositivo. Por el contrario: para persuadir suele ser necesario partir de una disposición autocritica, lo cual lleva a la escucha sincera del otro y a la consideración de sus razones.

Esa transmisión de nuestros criterios y valores se ha de proyectar principalmente sobre dos grandes colectivos que nos son más próximos, y por razones muy distintas. Por una parte, hay una burguesía que se puede llamar “progresista”, y que es una aliada natural de la Izquierda, pero también posee los intereses de quienes tienen propiedades y posición social. Por otra parte, hay un colectivo que tiene un patrimonio y unas rentas muy inferiores a los anteriores; es decir, forman parte de los explotados o excluidos por el Capitalismo; pero en cambio, tienen una actitud y una ideología conservadoras. Veamos cómo se plantea la relación con unos y otros.

 

LA BURGUESÍA PROGRESISTA Y SUS RELACIONES CON LA IZQUIERDA

El liberalismo económico ha penetrado de manera muy profunda en la conciencia colectiva; y de ahí, en la conciencia de casi todos nosotros. Es cierto que hay un buen número de compañeros que han reaccionado frente a eso, y tienen un ideario muy sólido, verdaderamente socialista y, a la vez, democrático. Saben por qué luchan, y lo hacen con suficiente radicalidad y verdadera decisión.

Sin embargo, no parecen demasiados. Hay muchos votantes de partidos de izquierda que en realidad tienen una ideología que se podría llamar “progresismo burgués”. Su antecedente era el ideario que en algunos países se llamaba “radicalismo”. Los partidos radicales estaban constituidos mayoritariamente por burgueses, muchos de ellos con un nivel medio o elevado de educación. Defendían los derechos individuales, incluyendo los de colectivos subvalorados u oprimidos; asimismo, propugnaban mejoras sociales, una secularización de la vida pública y una mayor y mejor racionalización de la actividad pública.

Ese progresismo se ha prolongado en el que prevalece hoy día. En la defensa de derechos se ha pasado a dar mucha importancia a los relativos a la mujer y al colectivo LGTBI. Entre las medidas de racionalización se incluye un trato mejor del medio ambiente. En cuanto a las mejoras sociales, suelen defenderse las que son compatibles con su posición de burgueses más o menos acomodados. Por ejemplo, uno de los mayores factores de injusticia, desigualdad y explotación en nuestro país, es la especulación en suelo y vivienda. La “burguesía progresista” suele tener vivienda en propiedad, y a menudo segunda vivienda e incluso otras más, que en su caso tienen arrendadas. Por tanto, no suelen tener interés en medidas que harían bajar de valor monetario sus propiedades, o dificultar su utilización o arrendamiento.

En cuanto a la posibilidad de crear empleo incrementando la inversión pública, también suele provocarles incomodidad. Asimismo sienten inquietud con palabras como “expropiación”. Estiman que la propiedad es un derecho sagrado se aplique a lo que se aplique. En cuanto a las clases sociales, estiman que han dejado de existir.

Desde luego, es bueno que haya una burguesía que, aun con muchas limitaciones, tenga comportamientos progresistas. Tanto la Izquierda en su sentido más propio (lo que se puede llamar “socialismo” en un sentido genérico), como la burguesía progresista, coinciden en una parte importante de su ideología respectiva. Es necesario reconocer, incluso, que la Izquierda ha recibido probablemente de la burguesía criterios muy valiosos. Ahora bien, aun reconociendo eso, hay algunos objetivos que se persiguen de una manera por la burguesía progresista, y de otra forma por la Izquierda. Por ejemplo, es posible que el feminismo liberal haya influido en el socialismo, haciéndole más consciente de los derechos de la mujer. Ahora bien, eso no debe conducir a una adopción sin más del feminismo liberal como si fuera el único, porque es muy individualista. Por ejemplo, el movimiento “NOW”, que ha influido tan poderosamente en la expansión del feminismo, procedió en gran parte del deseo de muchas burguesas norteamericanas por liberarse de su encadenamiento al hogar, pero su emancipación se llevó a cabo a menudo contratando a otra mujer con menos recursos para que las sustituyeran en esas tareas. Una de las reivindicaciones principales fue legitimar el aborto, y con la mayor amplitud y los menores condicionamientos posibles. Afirmaban que un ser humano en formación era solo una parte del cuerpo de la mujer, y ésta tenía derecho a conservarlo o eliminarlo.

La Izquierda ha hecho suyos casi todos esos criterios y valoraciones. Además, en este tema como en otros, la burguesía progresista ha conseguido dominar la conciencia colectiva adjudicando la calificación de “progresistas” a sus propios criterios, y de “retrógrados” a los que difieren. Eso ha influido en que la Izquierda aceptara esos criterios en parte por convencimiento, pero también en parte por una cierta intimidación. Sin embargo, el ideario socialista parte de la solidaridad. Desde esa base, ¿puede aceptarse verdaderamente que Grupo de personas sentadas alrededor de una mesa

Descripción generada automáticamente un ser humano en formación es solamente una parte del cuerpo de la mujer hasta el nacimiento? ¿Puede decirse que el derecho al aborto es verdaderamente un derecho en el sentido más propio y profundo de este término, y la muerte de un animal se estima como un delito o falta? Entendámonos: no nos referimos a la despenalización del aborto, que admite opiniones muy favorables a la inmunidad. Tampoco nos referimos al derecho subjetivo al aborto como la facultad jurídica de no ser penalizada si se cumplen las condiciones que marca la ley, sino al derecho a abortar como algo que le es debido a la mujer porque forma parte de su dignidad, y debe ser custodiado y satisfecho por la sociedad que la rodea. En ese sentido, ¿damos la gran batalla para estimar el aborto como un verdadero derecho, y financiarlo con fondos públicos, y en cambio ni nos planteamos si existe el derecho inverso: el derecho a tener hijos, siendo así que gran parte de las mujeres trabajadoras se ven intimidadas de manera tácita para procrear, por temor a represalias por parte de sus empleadores, o a quedar congeladas en sus posibilidades de promoción? El feminismo liberal no ve un peligro en el capitalismo, sino que aspira a participar en él de manera activa. Sin embargo, el socialismo ha de defender a las trabajadoras y trabajadores de las extralimitaciones del capitalismo.

Veamos otro caso en el que se percibe la intimidación que produce la proclamación de lo que es progresista y lo que es retrógrado. La Izquierda acepta plenamente los derechos de los colectivos LGTBI, y lamenta no haber sido, quizá, tan sensible en el pasado a la evidencia de esos derechos. Probablemente eso último le ha provocado una mala conciencia que luego le conduce a aceptar todas las pretensiones de los grupos homosexuales, incluyendo por ejemplo el colocar la bandera LGTBI en muchos edificios oficiales. Ahora bien, si se cree en la igualdad ante la Ley y en los principios más elementales de la convivencia ciudadana, es evidente que poner la bandea LGTBI en los ayuntamientos y otras entidades ciudadanas, constituye un privilegio excepcional e irracional, logrado por un sector social convertido en grupo de presión. Ese colectivo ha conseguido que la Izquierda le otorgue una preeminencia inexplicable frente a otros grupos sociales que podían aspirar a un privilegio semejante. Pero además se ha creado una especie de dictadura social, según la cual poner la bandera es lo que corresponde a una persona progresista, y negarse a hacerlo es una desconsideración hacia el colectivo LGTBI, propia de una homofobia retrógrada.

Estos ejemplos son una muestra de que, en vez de que la Izquierda transmita sus valores y criterios a la “burguesía progresista”, es esta la que parece haber ido transformando el ideario socialista reduciendo y marginando su pretensión de superar la explotación y la exclusión, y poniendo en primer lugar objetivos que forman parte de ese afán de justicia y liberación, pero que en vez de integrarse con los anteriores, se desorbitan y dan lugar a tratamientos improcedentes.

La Izquierda no puede aceptar esa deriva de su ideario. Por el contrario, deben adoptar una actitud autocrítica, y por tanto receptiva hacia todo lo que esos colectivos sociales aportan de verdadero valor. Y luego, a su vez, deben ofrecerles sus propios criterios. Es bueno difundir incluso partes de ese pensamiento; es decir, valores y criterios aislados. Pero sobre todo es necesario transmitir el “núcleo duro” de ese ideario, que parte de una opción por la justicia y por una solidaridad profunda (en el fondo, “De cada uno según su productividad, y a cada uno según sus necesidades”).

EL “PROLETARIADO CONSERVADOR”

Entre las personas a las cuales comunicar nuestro ideario, hay un colectivo muy importante. Se trata de personas que son explotadas y forman parte de la clase baja; o bien son de rentas medias, pero muestran una actitud de solidaridad hacia otras gentes con necesidad. Sin embargo, no votan a la izquierda, y en parte por una actitud de repugnancia hacia algunos comportamientos de la burguesía progresista, que sin embargo han sido acogidos por la izquierda.

Un grupo de niños posando para la cámara

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Ese “proletariado conservador” tiene unos principios y valores profundos muy distintos de la “burguesía progresista”. Tanto, que generan una sensibilidad muy contrapuesta. En muchos casos, hay un elemento muy profundo que opera en esos valores y actitudes básicos, y es la religión cristiana, o la huella de esa doctrina en la cultura.

El componente religioso suele provocar cierta “disonancia cognitiva”, pues la doctrina de Jesucristo da una importancia esencial a la justicia y la solidaridad, mientras que algunos sectores de la Iglesia que dicen basarse en esa doctrina, se han alineado en muchas ocasiones con el poder. Cuando predomina el componente genuinamente cristiano, las personas que lo adoptan son ya de izquierdas o muy rescatables por la Izquierda.

Un cierto indicador son las organizaciones de la Iglesia que hacen asistencia social. Ejercen una labor directa de transformación social que suele superar la que realizan las organizaciones de izquierda. Por ejemplo, tan solo Cáritas tiene aproximadamente cien mil voluntarios, muchos de los cuales aportan una dedicación muy elevada y muy eficaz. Desde luego, gran parte de esos voluntarios y de muchos otros cristianos, es ya de Izquierda, pero también hay una parte que son conservadores, y dentro de ellos hay bastantes que son de clase baja.

Una parte de esos “conservadores bienpensantes” es receptiva a los mensajes críticos de la Derecha, la cual a menudo exagera ciertos criterios y comportamientos que muchas veces proceden de la burguesía progresista, pero que asume como propios la Izquierda. Ya hemos mencionado algunos de ellos.

La Izquierda debe tratar de comprender a este gran colectivo, y debe tratar de ganarlo para su causa. En el título del presente artículo hacíamos referencia a una alternativa que es más importante que la de unas elecciones como las recientes en nuestro país. Esa alternativa se debe trabajar poco a poco y por toda militancia que es verdaderamente de Izquierda. Además de perseguir el poder en el Estado, debemos tratar de realizar transformaciones directas de manera continua. Y transmitir nuestro Ideario –y en lo posible desde su “núcleo duro”– a las gentes que puedan ser sensibles a nuestras razones y valores. La alternativa que se plantea en las elecciones de este momento consiste en optar entre un capitalismo salvaje o uno algo menos salvaje. Lo deseable sería que, en un futuro que puede ser bastante próximo, la alternativa se plantee entre elegir esto último o una economía verdaderamente humana, donde las diferencias se hayan reducido mucho, y se vaya terminando con la explotación y la exclusión.

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