AP4814 FASCISMO CLIMÁTICO

ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 48 noviembre-diciembre 2022

  FASCISMO CLIMÁTICO

El cambio climático está tan demostrado, que el negacionismo de este produce asombro, y más por su gran extensión. Pero hay algo aún más inexplicable, que es el seguimiento de esas posturas por grandes porciones del electorado. En muchos casos parece deberse a ignorancia o a conciencia de los propios intereses, pero de todos modos parece útil profundizar en las causas

Después del tórrido verano vivido, de la pertinaz sequía, de los incendios de sexta generación —“superincendios”—, de huracanes, tifones, inundaciones y gotas frías como no se recuerdan, todo el planeta acepta una realidad científica incuestionable: el cambio climático

Pero ¿todo el planeta? No. Hay una facción, cual aldea gala de Obélix, que se resiste a lo que ellos denominan “seudo religión” o “ecodictadura “, que impide el imparable crecimiento al que estamos llamados como especie dominante del orbe tierra.

El “delirio climático” lleva al vicepresidente de la Junta de Castilla y León a aconsejar que, si sufres ecoansiedad, te apuntes a realizar trabajos de prevención de incendios en los montes de Castilla y León. Porque hay miles de hectáreas por limpiar, y que después de unos meses trabajando, se te pasa la ecoansiedad. Y la tontería también. Y después de esto, pues a llamar imbécil a un adversario político en sede parlamentaria.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cree que el cambio climático es un invento de los chinos para desestabilizar la economía estadounidense. Bolsonaro no deja de mostrar su oposición a la lucha contra el cambio climático; según él, algo digno de “activistas gritones”. Con el fundamentalismo climático del Pacto Verde, los agricultores andaluces no podrán resistir la competencia a la baja de los productos agrícolas africanos y se jugarán su puesto de trabajo, según palabras de Giorgia Meloni, la candidata ultraderechista ganadora de las últimas elecciones italianas, en un mitin de Vox celebrado en Marbella el pasado junio. En la cumbre europea contra el cambio climático 2020, el primer ministro polaco puso freno a todos los acuerdos planteado, y pedía garantías de que su país no sufriría ningún tipo de pérdida económica debido a las próximas medidas de protección climática.

Se podrían llenar estas páginas de ejemplos de líderes mundiales, regionales o locales que defienden esta línea; algunos de ellos, como García-Gallardo o Trump porque no llegan a más: no se puede pedir peras al olmo. Y otros —la mayoría— porque no cuadra con sus intereses particulares, con sus intereses económicos o los de aquellos a los que representan, con su ideología de crecimiento infinito, con el ideal de desarrollo a costa de lo que sea y de que la única salida que le queda al capitalismo feroz en el que estamos instalados, sea taparse los ojos y tirar hacia adelante. Pero, a pesar de ello, lo preocupante no son estos líderes o sus discursos. Lo preocupante es que ganan elecciones y suman adeptos cada día.

La Ultraderecha ha ganado en Italia; en Suecia, los resultados la han elevado a la segunda posición: En Polonia, Hungría o Eslovenia, los partidos ultra forman parte del Gobierno; mientras que en otros, como Austria, Finlandia o Países Bajos, la extrema derecha estuvo presente en los ejecutivos anteriores, Lula no gana con claridad a Bolsonaro; la sombra de Trump es alargada; y la eterna saga de los Le Pen nos hace cruzar los dedos en cada comicio francés. Y todo esto, que no se nos olvide, gracias a que los ciudadanos les votan. Y les votan a pesar de lo que dicen, a pesar de que sus políticas nos abocan a un desastre climático sin precedentes.

Foto en blanco y negro de un grupo de personas

Descripción generada automáticamente Cabría pensar en sus discursos; deberíamos valorar el porqué de este apoyo. ¿Qué venden, que como sociedad nos importa más que nuestra supervivencia? Tendríamos que valorar hasta qué punto nos han inculcado en el ADN, nos han metido hasta el tuétano, que el consumismo sin límites es lo que debemos hacer para pervivir como especie; que el crecimiento ilimitado existe; que el sueño capitalista es para todos; y que renunciar a nuestros estándares de vida no entra en la ecuación.

A esto hay que unir que, aquellos que sí defienden la evidencia del cambio climático, se muestran timoratos, toman pocas medidas para paliarlo; y estas pocas, manifiestamente insuficientes. Como muestra de lo antes escrito, Europa vende como éxito sin precedente un acuerdo de reducción de emisiones del 55 % para el 2030 y renuncia al 65% inicial. El protocolo de KIOTO y sucesivos, sin cumplir; la depuración de las aguas debe esperar (pagamos multas, y con esto, depuradas) … Decir a los ciudadanos que deben pagar más por depurar; que cierran su térmica y con ello sus minas; que los pesticidas o abonos químicos no son viables. Esto no es rentable electoralmente hablando, y ante este discurso ambiguo y tímido por no perder elecciones, no solucionan el problema. Pocos, por no decir ninguno, coge el toro por los cuernos. No está bien visto.

A la primera de cambio, cuando vienen mal dadas, cuando de forma más clara se debe mostrar el compromiso inquebrantable con la lucha contra el cambio climático, importamos trigo de Argentina o Brasil (cuando no cumplen con los estándares marcados), imponemos sanciones a Rusia, pero las justas, no pasemos frio en nuestras casas este invierno. Pero no apostamos por energías renovables para sustituirlo, sino que cambiamos de proveedor. Moratorias, nuevo debate sobre energía nuclear… En nuestra suficiencia, en nuestro egocentrismo, somos incapaces de ver que las consecuencias del cambio climático no siguen nuestros tiempos, no se rigen por nuestras “necesidades”, sino que inexorablemente nos abocan al desastre.

Ante estas realidades, es negro el futuro que nos espera. Las posturas de estos líderes ultra, cortoplacistas, egoístas, individualistas, que muchos habitantes compran como panacea, con los ojos cerrados negando la evidencia, sin darse cuenta de que lejos de mejorar su vida la va hacer más dura, va a aumentar exponencialmente sus posibilidades de vivir en pobreza.

Estos discursos y estas políticas esconden posiblemente algo más profundo. Me niego a creer que desconocen la realidad, que desconocen que de seguir en esta deriva de crecimiento serán muchos los seres humanos que sufrirán restricciones, que morirán por falta de agua, de alimentos, de contaminación. Que las migraciones humanas van a ser masivas (de ahí, posiblemente, el incremento de discursos xenófobos, racistas…). Que no habrá recursos para mantener a toda la población, y la transición, si la hay, no va a ser justa.

Estos líderes políticos y las elites económicas y mediáticas anexas al capitalismo, conocen la realidad, conocen la limitación de las materias primas pero tienen el poder y la capacidad para manejar estos recursos y los tiempos; tienen el poder de preservarlos para ellos y el resto de la población sobramos, algo que el propio Papa Católico (Franciso I) ya avanza en su “Laudato Si”, en la que dice: “Estamos convirtiendo la tierra en un basurero, y las medidas, cuando se toman, llegan demasiado tarde. La raíz del problema está en la cultura del descarte. Esta cultura no afecta sólo a las cosas, sino también a muchos seres humanos que son excluidos.”

Esta realidad ha sido bautizada por Carlos Taibo como eco fascismo, donde deja claro que estas élites políticas y económicas van a seguir basando la “Solución al problema” en la vieja receta contenida en el colonialismo y el imperialismo de siempre, donde el espolio de países, pueblos y recursos para unos pocos es la respuesta.

Y mientras tanto, el resto, los desechables, imbuidos de nuestro egoísmo inoculado por años de capitalismo voraz y de neoliberalismos, donde cuanto más tienes más eres, compramos su discurso de bien estar; ese que nunca hemos tenido ni tendremos por nuestro esfuerzo, sino cuando hemos colaborado en un estado público de bien estar, cuando el común gestionaba el medio, donde todo es de todos.

La transición justa a una economía ecológicamente sostenible pasa, en definitiva, porque seamos capaces de alejarnos del ruido mediático y político dirigido por y para los intereses de elites económicas, políticas e industriales, y sobre todo dejar de desprestigiar el discurso de aquellos alzan la voz contra el ataque continuo a nuestro planeta, que son atacados y denostados por esos medios al servicio de los que nos han declarado la guerra, la guerra por nuestra supervivencia

Print Friendly, PDF & Email