AP4902 ¿QUÉ ESPERAMOS DE LA AGENCIA ESTATAL DE SALUD PÚBLICA?

ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 49, dic. 2022- enero 2023

¿QUÉ ESPERAMOS DE LA AGENCIA ESTATAL DE SALUD PÚBLICA?

El Anteproyecto de Ley por el que se crea la Agencia Estatal de Salud Pública ha provocado un gran debate. Encierra un desafío organizativo, pues debería articularse en forma de nodos en red. También debe aportar información, formación y soluciones a los distintos actores en la sanidad, sobre todo cuando se declara o se vislumbra un desafío importante para la salud pública. Asimismo, debe crear un sistema de información sobre Salud Pública integrado y consistente, y otros objetivos instrumentales. Pero, sobre todo, debe asumir el liderazgo necesario para responder a los retos sanitarios, sociales y medioambientales que condicionan el bienestar físico, mental, social de los ciudadanos. Para ello debe facilitar la adopción de una estrategia eficaz de Salud Pública

El Anteproyecto de Ley por la que se crea la Agencia Estatal de Salud Pública (AESP)[1] ha generado un gran debate técnico y político antes y después de su aprobación por el Consejo de Ministros el pasado mes de agosto. En la rueda de prensa tras la aprobación, la Ministra de Sanidad explicaba que la AESP nacía para dar las respuestas necesarias ante los desafíos presentes y futuros a los que se enfrenta la Salud Pública en nuestro país. Excelente e indiscutible fin, no exento de cierta indefinición, que su puesta en funcionamiento y desarrollo posterior deberán concretar.

La Agencia, ya prevista en el artículo 47 de la Ley 33/2011, General de Salud Pública[2] como un Centro Estatal de Salud Pública, no ha estado en la mesa de decisiones hasta la llegada de la pandemia del COVID-19, cuyo impacto podría haberse reducido, a tenor de algunos expertos, si hubiese existido una estructura nacional de este tipo. En estas circunstancias, este tema fue incluido en el componente 18 del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, que tiene por objetivo disponer de un sistema sanitario más robusto, flexible y resiliente, que afiance la sanidad pública como un pilar esencial del Estado del Bienestar y del desarrollo social en España.

A la espera del debate técnico, político y social que modelará la configuración global de la AESP, y a las decisiones sobre su ubicación, financiación, dependencia y coordinación necesarias para su puesta en funcionamiento, cabe preguntarse qué esperan de este nuevo organismo algunos de los potenciales usuarios.

Los autores de estas líneas, un médico de familia y un epidemiólogo de ámbito autonómico, no pretendemos juzgar una u otra opción ni debatir sobre la idoneidad de las diferentes alternativas que se están considerando, sino reflexionar sobre las necesidades que tenemos, y cómo la AESP puede contribuir a mejorar nuestra actividad profesional.

En primer lugar, hay que considerar que la Salud Pública está profundamente descentralizada en nuestro país, y a pesar de décadas de infra financiación y mala organización, mantiene una estructura periférica de enorme potencial si se compara con los recursos adscritos a la Administración Central del Estado. Por este motivo creemos que una Agencia Estatal (del conjunto del Estado), debe articularse en forma de nodos en red como muy acertadamente ya se ha apuntado desde SESPAS[3].

También creemos que para que esta estructura en red funcione, debemos pensar más en un liderazgo fuerte que en una regulación normativa estricta, sopesando ambos factores en la articulación de la coordinación y de la dirección de centros y programas.

Pero volvamos al título de este artículo. ¿Qué espera un epidemiólogo de la AESP? En primer lugar, que sea capaz de responder a los retos sanitarios, sociales y medioambientales que condicionan el bienestar físico, mental, social de los ciudadanos. Esto implica que debe distribuir equitativamente sus actividades, limitando el riesgo de hipertrofiar unas en detrimento de las otras. También se debe dotar de la suficiente flexibilidad para hacer frente a retos rápidamente cambiantes o emergentes. Por ejemplo, sabíamos desde hace tiempo los desafíos del envejecimiento poblacional y el aumento de la longevidad, pero no evitamos el impacto de la pandemia de COVID-19 en la población de las residencias de mayores. La evaluación del riesgo es inexcusable en estas circunstancias, y la transferencia y provisión de recursos hubiera debido estar planificada.

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Otro ejemplo que podría citarse, huyendo de las emergencias infectocontagiosas, es el incremento de las tasas de suicidio entre las personas mayores y los jóvenes, consecuencia del deterioro de la salud mental por causas extrínsecas e intrínsecas a nuestro sistema de salud. A qué estamos enfrentándonos y cómo podemos corregirlo son preguntas que una Agencia Estatal debería estar en disposición de responder a la mayor brevedad.

Y sí, no cabe duda de que las enfermedades transmisibles representan una amenaza constante para la población y el funcionamiento de la sociedad en caso de pandemia, y en este sentido la AESP debe proveer información y respuestas a todos los actores, desde el que tiene que tomar decisiones poblacionales hasta el que sobre el terreno entra en contacto directo con los afectados, sin que haya discontinuidad, inconsistencia ni incoherencia.

¿Y un profesional sanitario en contacto directo con la población? ¿qué puede ofrecerle la AESP a un médico de familia para hacer su trabajo diario más eficiente y resolutivo?

Parece urgente que la AESP impulse un acercamiento de la Salud Pública a los centros asistenciales, y en particular, a los Centros de Salud y consultorios de Atención Primaria, que han visto desaparecer en solo tres décadas las actividades de promoción y protección de la salud y el compromiso con la vigilancia epidemiológica. Los profesionales, de formación básicamente asistencial, enfermeras y médicos, deben recuperar habilidades y conocimientos de los fundamentos de la salud pública para ser más eficientes en su práctica diaria con los medicamentos (resistencia bacteriana a los antibióticos, sobretratamiento de la cronicidad…) o con intervenciones no farmacológicas, así como para poder enfrentarse con evidencias y seguridad a un desafío como puede ser una pandemia.

También se echa en falta un sistema de información de salud pública integrado y consistente en el que poder consultar datos demográficos, indicadores epidemiológicos básicos, riesgos para la salud (medioambientales, laborales, alimentarios, etc.), y que pueda dar respuesta a problemas o dudas que surjan en la consulta. Y esto para diferentes niveles de desagregación que permitan su utilización a nivel local.

Las alertas bidireccionales, del profesional sanitario hacia la AESP a través de las estructuras intermedias de área de salud y Comunidad Autónoma, como de la AESP al profesional, deben ser sencillas y oportunas, ajustando la inevitable burocracia y el coste de adaptación tecnológico a los beneficios que se obtienen. La regulación normativa debe ser coherente con la legislación regional, nacional e internacional, y los protocolos claros y consistentes con la práctica médica y de enfermería.

Por último, creemos que la formación en las diferentes disciplinas de la salud pública debe estar presente en los planes de formación de cualquier especialidad. Un lenguaje común de los profesionales de salud pública y el resto de sanitarios es indispensable para una atención integral al paciente, tanto en la atención primaria como en la hospitalaria. La AESP debería diseñar el currículo básico que debería ser asumido por las Administraciones de manera coordinada (Escuela Nacional de Sanidad, Institutos regionales etc.)

No cabe duda de que otros muchos profesionales, sanitarios o no, y la sociedad en general, y la de la comunicación en particular, tendrán otras muchas necesidades de respuestas desde la futura AESP. Como decíamos al inicio de estos párrafos, una concepción amplia en sus atribuciones permitirá responder, convencer y complacer a la mayoría de los usuarios finales.

La actual Estrategia de Salud Pública, que necesariamente se deberá apoyar en la AESP, contempla objetivos ambiciosos y no exentos de desafíos y dificultades. La gran cantidad de instituciones que se van a ver implicadas en su desarrollo, Administración Central y sus organismos autónomos, las administraciones autonómicas con desigual peso específico y las administraciones locales, cuya labor en la salud pública nunca ha sido suficientemente reconocida, van a necesitar de un liderazgo sin igual. Y ese será, a nuestro juicio, el mayor reto de la AESP, por encima incluso de los recursos y el sistema de organización que finalmente se instaure.

Para conseguir ese liderazgo se deben evitar prácticas de elección de responsables, técnicos y colaboradores comúnmente admitidas en nuestras administraciones. La objetividad, la transparencia, la autonomía y la participación de la selección de los mejores entre los mejores debe ser un principio irrenunciable para un comienzo de andadura que se prevé complicado. Se debería huir del academicismo por el academicismo, sin minusvalorar la excelencia científica, pero considerando un activo importante la experiencia de campo y de gestión profesional. Por último, este liderazgo debe trasladarse más allá de la sede física de la AESP, hacia los nodos de esa red autonómica y local y hacia las instituciones supranacionales como el ECDC y la OMS, ya que en este conglomerado se debe contar con todos los recursos humanos, materiales y de conocimiento existentes. Ejemplos de organización a los que mirar no faltan, desde la Agencia de Salud Pública de Canadá[4], que recoge entre sus fines la prevención de la enfermedad y lesiones, la promoción de la salud física y mental y la preparación de respuestas a las amenazas, hasta la prestigiosa Agencia de Seguridad de la Salud del Reino Unido[5], que es responsable de la protección de la comunidad frente al impacto de enfermedades infecciosas y otras amenazas para la salud, además de aportar el liderazgo intelectual, científico y operacional necesarios para la seguridad nacional.

Para concluir, y puesto que uno de los detonantes de esta iniciativa ha sido la pandemia de COVID-19, quisiéramos aportar una idea clave. La Salud Pública se enfrenta a problemas constatables y medibles, pero también a riesgos desconocidos (o poco conocidos) e impredecibles. Estos últimos no solo van a exigir una AESP fuerte y con recursos, sino también un nivel de confianza en la institución que habrá que ganársela día a día. La colaboración institucional se debe basar en la normativa, pero también en la colaboración, participación y decisión colegiada que debe estar perfectamente regulada.

 

  1. https://www.sanidad.gob.es/normativa/audiencia/docs/Anteproyecto_Agencia_Estatal_de_Salud_Publica.pdf

  2. Ley 33/2011, de 4 de octubre, General de Salud Pública, BOE 5 octubre de 2011

  3. Abiétar DG, Beltrán Aguirre JL, García AM, García-Armesto S, Gutiérrez-Ibarluzea I, Segura-Benedicto A, Franco M, Hernández-Aguado I; en nombre del Grupo de Trabajo de SESPAS sobre la Agencia Estatal de Salud Pública: “La Agencia Estatal de Salud Pública: una oportunidad para el sistema de Salud Pública en España”, Gac Sanit. 2022; 36:265-269

  4. https://www.canada.ca/en/public-health.html

  5. https://www.gov.uk/government/organisations/uk-health-security-agency

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