ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 50, marzo-abril 2023

UN AÑO DESPUÉS

 

Un hombre con traje y lentes Descripción generada automáticamente
Imagen que contiene camiseta, cuarto de hospital Descripción generada automáticamente

A las puertas de unas elecciones municipales y autonómicas, y otras generales en el horizonte, hay varios hechos que merecen reflexión; y algunos, preocupación. En primer lugar, en el PP ha habido divisiones internas, pero al mismo tiempo el partido ha ido creciendo a expensas de Ciudadanos, y con Feijóo mantiene un rumbo que le puede aportar un avance electoral importante. Al mismo tiempo, en el PSOE el sector social-liberal ha sometido a crítica medidas importantes del gobierno en curso, y del partido como tal. En cuanto a la Unión Europea, la Guerra de Ucrania la está situando ante un desafío importante

Fue la madrugada del 24 de febrero del 2022 cuando los medios de comunicación estaban pendientes de la crisis del PP y de pronto irrumpió la noticia de la invasión de Ucrania. Comenzaban dos procesos de gran relevancia para entender el momento político en el que nos encontramos. Uno de ellos se saldaría aquella misma noche con la dimisión de Pablo Casado como líder del Partido popular; el otro todavía sigue y no tenemos ninguna certeza de cómo puede terminar.

I – LA CRISIS DEL PP Y EL MOMENTO ACTUAL

Los días anteriores al desenlace no estaba claro –al menos para mí– quién triunfaría en la batalla. La denuncia de Casado en los micrófonos de la Cope era muy contundente, y las acusaciones parecían fundadas. Podía ocurrir que la mayoría de los parlamentarios y de los líderes regionales apoyaran al líder del partido. Algo, sin embargo, ocurrió aquel fin de semana que hacía pensar que un desenlace favorable a la presidenta de la Comunidad de Madrid era posible. La calle Génova fue el escenario de una manifestación de partidarios de Isabel Díaz Ayuso que proferían insultos de grueso calibre contra la dirección del partido. En las horas posteriores, los apoyos a Casado fueron desapareciendo hasta provocar su dimisión.

Un año después, todos aquellos sucesos parecen remitir a la noche de los tiempos, pero son de gran relevancia para entender lo ocurrido. Con la llegada de Alberto Núñez Feijóo se ha ido produciendo una ampliación de las expectativas electorales del Partido Popular, que básicamente crece a partir de la apropiación del espacio electoral de Ciudadanos. La absorción del espacio centrista ya se había dado en las elecciones madrileñas de mayo del 2021, pero tendría su culminación en las elecciones andaluzas de la primavera del 2022. El triunfo por mayoría absoluta de Moreno Bonilla, neutralizado Ciudadanos y sin depender de Vox, es el sueño de los dirigentes del PP. Repetir lo ocurrido en Andalucía a nivel nacional, evitando el espectáculo del gobierno de Castilla-León, es el objetivo de la derecha.

No es una apuesta imposible, porque tanto en el año 2000 como en el 2011, el PP ha conseguido mayorías absolutas en España. Es cierto que eran tiempos en los que la ultraderecha no tenía representación. Hoy es distinto, porque el relieve de la extrema derecha está a la hora de lo que ocurre en Europa con Melloni en Italia, o Le Pen en Francia, con Trump en Estados Unidos, o Bolsonaro en Brasil.

Un grupo de personas con traje de color negro

Descripción generada automáticamente Por ir al último acontecimiento, que refleja la dificultad del PP por abrirse al debate del centro y retener el voto conservador, podemos señalar lo ocurrido con la decisión del Tribunal Constitucional de rechazar el recurso del PP en contra de la ley de plazos para regular el aborto. A la primera reacción del líder del partido, se ha sucedido una catarata de declaraciones del sector más conservador (Mayor Oreja), criticando que se normalice la ley de plazos y se considere el aborto un derecho. El nuevo portavoz Borja Semper intenta, con mayor o peor fortuna, retener al voto conservador y seducir al electorado más centrista. Esa es su misión y el sentido de su vuelta a la primera línea política.

Esta estrategia de ampliar la base social, absorbiendo el electorado de Ciudadanos, tiene como objetivo intentar atraer a una parte del electorado socialista crítico con la política del gobierno. Para ello se fomentan las voces de todos los disidentes con la política del gobierno de coalición. Los motivos pueden ir desde las críticas del feminismo clásico a la ley trans, a la aprobación de la ley de memoria democrática, pasando por los indultos a los independentistas catalanes o a los pactos parlamentarios con Bildu.

II – LA CRITICA DE LA GENERACION DE LA TRANSICION

Las críticas de la generación socialista de la Transición son múltiples, y se articulan mediante manifiestos, declaraciones públicas y entrevistas a los medios de comunicación. Las colaboraciones periodísticas también son frecuentes en la prensa de papel (especialmente en El Mundo), y en los periódicos digitales como The Objective, Vox Populi, El Debate, El Confidencial o El Español.

Básicamente se acusa al gobierno de coalición de romper con el espíritu de la transición y con el consenso constitucional. A juicio de los disidentes, ello se sustancia en una política de resentimiento y de venganza, en una política guerracivilista que comenzó con Zapatero, una política que olvida y menosprecia el espíritu de reconciliación que había presidido la transición política española. La ley de Memoria Democrática aparecería así como la negación de la transición, y no como la culminación de la misma, como aparece en la ley aprobada en el otoño del 2022.

El mensaje de los disidentes, repetido machaconamente en columnas de prensa y en tertulias radiofónicas ha ido calando en sectores del electorado socialista. Esto ha provocado que los defensores de esta posición crítica con el gobierno deseen que, más pronto que tarde, todo acabe de una vez y la pesadilla termine. Sólo así el PSOE volverá a ser el PSOE felipista recuperando los consensos de la transición.

Los que defienden esa posición añoran el momento en que se hubieran podido evitar todos estos males, y lo sitúan en la primavera del 2019, cuando un pacto entre el PSOE y Ciudadanos hubiera alcanzado los 180 diputados. Habiendo sido absorbido el electorado centrista, para hacer realidad en el futuro los deseos de los críticos al gobierno, sólo cabe pensar bien en una mayoría absoluta del PP, o en su defecto en un gobierno de gran coalición, sin descartar volver a exigir o por volver a exigir la abstención del PSOE si es el PP la fuerza más votada pero no tiene una mayoría parlamentaria para formar un gobierno sólido. Como el lector recordará, volveríamos al debate del 2016.

El entusiasmo de los disidentes es de tal calibre que ya dan por supuesta la derrota del gobierno de coalición, pero pienso que todavía, como dicen los comentaristas deportivos, queda mucho partido por jugar. Un partido que se juega en la percepción del electorado de izquierdas de los temas vinculados a la política social y su valoración de las batallas culturales en las que está inmerso el gobierno.

En el esfuerzo por ampliar su base electoral el Partido Popular, al comienzo de la llegada de Feijoo intentó centrar el debate en la política económica, criticando la inconsistencia de las políticas del gobierno y su irrelevancia en la política internacional. Ninguna de las dos apuestas ha resultado beneficiosa para el Partido Popular. Estamos en un momento distinto al vivido en la primavera del 2021. En aquel momento, a la salida de la pandemia había un deseo de respirar, de salir a la calle, que fue bien captado por los expertos del PP. Toda la batalla de las terrazas tenía mucho que ver con los meses de aislamiento, de encierro, de angustia para salir del Covid.

Hoy, sin embargo, la angustia se ha desplazado. Las enfermedades pospuestas, las patologías que se han ido olvidando en los momentos de emergencia, demandan una atención sanitaria imprescindible. Son muchos los manifestantes en la calle el pasado 12 de febrero para pensar que se puede solucionar el tema apelando al resentimiento de la izquierda o a la politización de los sindicatos. Estas consignas, tan del gusto de la presidenta de la Comunidad de Madrid, ya no cuajan con la misma intensidad a lo ocurrido en mayo del 2021.

Han pasado sólo dos años, pero parece un mundo porque estamos asistiendo a una doble metabolización difícil de procesar. Por un lado, a los efectos de la pandemia, pero también a las incertidumbres que provoca la guerra.

III – UCRANIA COMO INTERROGANTE

En este punto, para terminar, son más las preguntas que las respuestas. Como dice el anuncio de una cadena radiofónica, tenemos respuestas, pero sobre todo tenemos preguntas. Creo que es lo que ocurre a muchos electores de izquierda, que no saben (no sabemos) ni cómo va a terminar esta guerra ni tenemos clara la posición a tomar. El electorado de izquierda, y me atrevo a decir que muchos electores genéricamente europeístas, está en contra de la invasión y reconoce el derecho a la legítima defensa por parte de Ucrania.

Esta primera valoración no significa que no vea con extraordinaria preocupación la escalada que se ha ido produciendo y asista perplejo a las afirmaciones que un día tras otro tiene que escuchar. Son afirmaciones aparentemente incuestionables acerca de un conflicto que se aventura largo, y donde unos proclaman enfáticamente que no debe terminar hasta conseguir la derrota de Rusia, y otros afirman, como el que no quiere la cosa, que estamos en vísperas de una tercera guerra mundial.

Cuando oímos estas palabras no podemos sino constatar que, si esto es así, desborda las previsiones de un conflicto que se nos dijo estaba acotado, y que terminará en una mesa de negociación. Los sucesos violentos se suceden, la negociación no llega y este clima hace que todo puede cambiar. Cuando se hablaba de una legislatura que culminaría con la Presidencia Europa por parte de España, se pensaba en las diferencias considerables entre el tratamiento a la crisis del 2008 y lo ocurrido tras la Covid del 2020. Eran momentos de sacar pecho y sentirnos orgullosos ante la respuesta europea. ¿Podemos hoy decir lo mismo ante la guerra de Ucrania? ¿Dónde está Europa? Son preguntas que nos atosigan y que, según se vayan respondiendo, marcarán nuestro futuro un año después de aquel 24 de febrero.

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