ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 50, marzo-abril 2023

MADRID: TODO POR GANAR

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El gobierno actual de la Comunidad de Madrid ha demostrado odiar lo público. La alternativa es desplegar un proyecto transformador que sea capaz de reconciliar a la sociedad madrileña con la política. Para ello es posible articular una mayoría progresista que nos permita cambiar el rumbo, La ofensiva privatizadora del gobierno actual se puso de manifiesto durante la pandemia en la Sanidad y se ha agudizado con el empobrecimiento de la Atención Primaria. En alternativa a ello, nuestro partido ha preparado un programa ambicioso de recuperación. El Partido Popular ha tratado de convertir a Madrid en un ariete para chocar con el gobierno central, haciendo un uso partidista y personalista de las instituciones. Nosotros optamos por mejorar la vida de los ciudadanos, con medidas tales como un transporte público más eficaz, un orden mayor en el mercado del alquiler para que la gente joven pueda emanciparse, o que las residencias de mayores sean lugares donde tener calidad de vida

 

Hay quienes creen que Madrid está condenada al mal gobierno. Y yo me niego a hacerlo. Aspiro mucho más que a un gobierno chapucero más preocupado de insultar que del bienestar de los ciudadanos. Una región tan vibrante y especial como Madrid no puede tener su destino grabado en piedra y estar sometida a los desmanes de quienes odian lo público.

La Comunidad de Madrid tiene un patrimonio cultural, natural y gastronómico lo suficientemente rico como para no verse eclipsado por las malas artes, la corrupción y la mala política de quienes llevan demasiados años gobernando la región. Son los mismos que se erigen como portadores del espíritu madrileño e intentan apropiarse de lo que significa Madrid y su gente. Una apropiación que, lamentablemente, ha conseguido que muchas personas, dentro y fuera de nuestras fronteras, caigan en la tentación de identificar Madrid con un individualismo salvaje, una absoluta falta de sentimiento de comunidad o un desprecio por los servicios públicos. Sin embargo, somos muchos quienes sabemos que Madrid es mucho más que esos valores incívicos que representa la derecha.

Nos encontramos con una derecha despojada de cualquier sentido de Estado, carente de escrúpulos y dispuesta a arrastrar la decencia política con tal de mantenerse en posiciones de gobierno. Ante el máximo exponente de la política tóxica de nuestro país, solo caben dos opciones: agachar la cabeza, arrastrar los pies y asumir la derrota o desplegar un proyecto transformador que combine una oposición contundente y una alternativa creíble que sea capaz de reconciliar a la sociedad madrileña con la política. La segunda opción es la de quienes nos negamos a dar Madrid por perdido y estamos convencidos de que es posible articular una mayoría progresista que nos permita cambiar el rumbo, aprovechar el enorme potencial de nuestra sociedad y responder a las amenazas del presente y los retos del futuro.

Que vuelva a brillar la joya de la corona

Numerosas encuestas indican que la sanidad se ha colocado en los últimos meses en el podium de preocupaciones de los madrileños y madrileñas. Junto al desempleo o la inflación, la que en su momento fuera la seña de identidad de nuestro estado de bienestar, ha sufrido tal deterioro que lejos de generar confianza, seguridad y certidumbre, se ha convertido en un foco de inquietud y problemas.

La irrupción de la pandemia, hace ya más de dos años, permitió al gobierno de la Comunidad de Madrid retomar la ofensiva privatizadora que tuvo que aparcar en el año 2012 gracias a la presión y la movilización de la Marea Blanca. Esta vez, con la Atención Primaria en el punto de mira, el Partido Popular ha puesto en marcha un furibundo ataque contra la sanidad pública basado en la asfixia económica, la propagación de bulos e insultos contra los sanitarios y el deterioro del servicio.

Desde la llegada de Ayuso a la Puerta del Sol, se ha empeñado en atacar y ahogar la sanidad pública madrileña: urgencias extrahospitalarias cerradas durante dos años, un hangar con nombre de hospital y 100 millones de sobrecostes, centros sin personal sanitario, incremento del 40% de las listas de espera, un millón de personas sin médico asignado, entre ellos 200.000 menores, 250 pediatras menos, intento de sustituir profesionales por tablets, mismo incremento de seguros privados que en los siete años anteriores… Puedo garantizar que, a diferencia de la actual presidenta de la comunidad de Madrid, frente a su desidia y su inacción, desde Más Madrid tenemos un plan para salvar la sanidad, para que pase de ser la principal preocupación a ser el principal orgullo de quienes llenamos Madrid de vida. Un plan que va a suponer la mayor inversión –6.100 millones adicionales en cuatro años– en sanidad desde la creación del sistema nacional de salud.

Mano de una persona

Descripción generada automáticamente con confianza media Ante un gobierno instalado en el menosprecio de la sanidad pública, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Después de las concentraciones de los jueves en las puertas de los centros de salud, del 13 de noviembre del año pasado, en la que un tsunami blanco de medio millón de personas salió a las calles a exigir respeto por la sanidad pública, del 12 de febrero en el que se reeditó una movilización masiva, multitudinaria, alegre de los pañuelos blancos, nos queda por delante el 28 de mayo. La fecha más importante. Una llamada a las urnas que no se trata únicamente de unas elecciones. Estamos ante algo más grande, ante un plebiscito en el que Madrid tiene que decidir si Sanidad o Ayuso. Esa pregunta es el telón de fondo detrás de cada debate. Sanidad o Ayuso es la disyuntiva que debe revolotear en la cabeza de cada persona que vaya a votar el próximo domingo 28 de mayo.

Pasar de ser freno a locomotora

Ese domingo se abre, además, la posibilidad de dar un giro de ciento ochenta grados y conseguir que el gobierno regional deje de ser un altavoz de la confrontación política, social y territorial y se convierta en un agente activo de la convivencia, la cohesión y el diálogo.

En los últimos años, España ha tenido que afrontar enormes e inesperados desafíos en forma de pandemia, guerra de Ucrania o espiral inflacionista. La respuesta a estos acontecimientos ha permitido aliviar el impacto en la economía y auxiliar a las familias más vulnerables a través de un paquete de ayudas dinamizador de la actividad empresarial y la creación de empleo. Si bien las comparaciones son odiosas, solo hace falta mirar las políticas de dolor que infligió el Partido Popular para salir de la anterior crisis e imaginar el sufrimiento al que estaríamos asistiendo de haber estado Pablo Casado o Alberto Núñez Feijóo al frente.

Los logros del gobierno de coalición son fáciles de enumerar: reforma laboral, subida del Salario Mínimo Interprofesional, escudo social, excepción ibérica, ERTEs, revalorización de las pensiones… Desgraciadamente, igual de fácil es resumir la posición de Isabel Díaz Ayuso: crispación, permanente negativa y palos en la rueda.

En lugar de arrimar el hombro y cooperar, Ayuso ha trabajado intensamente con el único objetivo de reducir a Madrid en un ariete para chocar frontalmente con el gobierno central en un uso partidista y personalista de las instituciones. Cuanta más falta hacía unidad y colaboración entre administraciones, más traicionera se ha mostrado: hablando de timo ibérico mientras se topaba el precio al gas y descendía la factura en millones de hogares y empresas, no dando ni un solo euro a la hostelería mientras el gobierno de España ofrecía cobertura a pymes y trabajadores o llevando al constitucional el justo y necesario impuesto a las grandes fortunas.

Pero Madrid no tiene por qué suponer permanentemente un freno para los avances de nuestro país. Todo lo contrario. Madrid tiene el potencial, la capacidad y la voluntad de ejercer de locomotora, de ejercer de vanguardia contra el cambio climático, de anticipar la ampliación de derechos, de ser pionera en el desarrollo del I+D+i y la consecuente creación de valor añadido que ello implica. Para jugar ese papel es necesario un gobierno alineado con el consenso fiscal internacional, que escuche a los científicos en materia medioambiental y que fije como prioridad la reducción de la desigualdad, la mejora de los servicios públicos y el aprovechamiento de todo el talento que nos rodea.

Para vivir mejor

Necesitamos desterrar la mala política, la soberbia y la falta de humanidad del consejo de gobierno madrileño. Y hacer que la empatía, la escucha y el trabajo riguroso imperen. El único destino al que debe aspirar un gobierno es conseguir que la gente pueda vivir mejor. No hay objetivo más noble en política que resolver problemas, encontrar soluciones y hacer posibles sueños y anhelos; en definitiva, llevar la buena vida a cada rincón.

¿Pero qué significa vivir mejor? Cuando hablamos de vivir mejor, nos referimos a que haya mejor transporte público para no llegar siempre con la lengua fuera a todas partes, a poner orden en el mercado del alquiler para que la gente joven pueda emanciparse o que las residencias de mayores sean lugares donde tener calidad de vida. Vivir mejor tiene que ver con tener más tiempo para estar con los tuyos, con respirar aire limpio, con poder poner en marcha un proyecto o con no dejarse 500€ al mes en una escuela infantil. También lo es saber que la sanidad pública funciona, que vas a poder formar una familia si quieres o que no vas a vivir con angustia la llegada del fin de mes.

Para que esa buena vida sea una realidad para todos y todas, para extenderla a todos los barrios, pueblos y ciudades de la Comunidad de Madrid hace falta un gobierno decidido, valiente y con una brújula progresista que le guíe. Es un orgullo poder afirmar que estamos en disposición de ponerlo en marcha a partir del 28 de mayo junto a esa mayoría política y social que nunca ha tirado la toalla y sabe que somos capaces de lograrlo.

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