ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 50, marzo-abril 2023

CUANDO LA POLÍTICA YA NO NOS SALVA

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Las teorías más radicales y ambiciosas de la Izquierda no han conseguido los frutos de realización y satisfacción humanas que prometían. El resultado en bastantes casos es la resignación, pero la sociedad de la mercancía también genera sujetos con una profunda insatisfacción. Ante ello, unos recurren a la psicología; otros, a la filosofía estoica; otros, en fin, a doctrinas espirituales orientales, y especialmente al budismo…

Heredera de la Ilustración, de Hegel y de Marx, la izquierda creyó que el ser humano se encontraba en el mundo como un extraño para sí mismo, alienado y perdido. Los procesos revolucionarios permitirían que se reconciliara consigo mismo, con la sociedad y con la naturaleza al eliminarse las estructuras que generaron la actual situación: la religión, la división en clases, la sociedad capitalista y el Estado. La izquierda confrontó con la religión cristiana apropiándose de su espíritu mesiánico, pero trayendo su promesa a un aquí y ahora terrenales. Las futuras generaciones serían mejores física y moralmente, y vivirían en una sociedad donde “lo necesario” les sería dado a todos. La historia caminaba ineluctable hacia el cumplimiento de las promesas revolucionarias. Pero el Reino del Hombre no llegó, el proyecto emancipatorio fue refutado por el Gulag, Camboya y otros muchos acontecimientos luctuosos. Se hizo necesario reconocer que el pensamiento que había interpretado el mundo y guiado la acción no era correcto; la idea de progreso quedó limitada al campo de la técnica.

La izquierda se sumió en una profunda melancolía, aceptando resignada al sujeto capitalista (en muchos casos reforzándolo), la economía de la mercancía y las periódicas crisis que necesariamente genera.

El sujeto de la sociedad capitalista vive inmerso en un ethos de consumo inacabable, relaciones breves y sin compromiso, egocentrismo, convicción de que todo se le debe, resentimiento y ceguera ante cualquier posible superioridad moral o intelectual… (A.S. 35, 38, 43). Sus protestas solamente van orientadas a reclamar el cumplimiento de lo que la sociedad de la mercancía promete: no hay deseo que no pueda ser satisfecho. Su rebelión no conoce otra ideología que el populismo de cualquier signo.

Una amplia parte de la población parece llevar una existencia bien adaptada al medio social en que está inmersa, disfrutando de lo que ofrece cuando las cosas van bien o intentando volver a hacerlo cuando van mal. Pocos son los que piensan que pueda haber algo más allá de lo que ya hay.

Sin embargo, la sociedad de la mercancía también genera sujetos con una profunda insatisfacción por la forma en que su existencia transcurre. También para ellos el omniabarcante mundo de la plusvalía ofrece soluciones que salvan a la persona dejando la reproducción social tal como está. La psicología positiva es una de ellas. Libros y cursos de autoayuda y crecimiento personal se prodigan por doquier. Se parte de la afirmación de que todo el mundo tiene derecho a ser feliz. Para lograrlo se debe “crecer personalmente”; en nosotros hay un poder ilimitado que permite “empoderarnos” y controlar nuestro destino. Si seguimos el camino adecuado, triunfaremos en el ámbito laboral, social y económico; el sufrimiento y el fracaso pueden estar ausentes en nuestras vidas si sabemos poner el remedio cambiando nuestra actitud mental ante la realidad; basta con tener un “espíritu positivo”. Lo que en realidad se promete es una perfecta integración en la sociedad que ha impulsado a la persona al mundo de la autoayuda. Sin duda, algunos encuentran un lenitivo, pero también se crea un amplio número de fracasados, que al ver que lo que el método promete no se cumple, creen ser los culpables de no haber alcanzado la prometida felicidad. Como es un campo altamente rentable, no solamente los especialistas se dedican a él. Toda una tropa de autodesignados “coaches” se dedica a “orientar” a sus “coachees” por el arduo camino del “desarrollo personal”.

El estoicismo es la oferta que la tradición filosófica occidental aporta al mercado de la salvación. En las secciones de filosofía de las grandes librerías cada vez hay más obras en las que se exponen simplificadas las ideas básicas de esta escuela filosófica. Escribe David Fideler en El arte de vivir como un estoico: “Séneca enseña a sus lectores cómo superar la angustia y la ansiedad, cómo vivir una vida buena bajo cualquier circunstancia; cómo vivir con un propósito y cultivar la excelencia; cómo contribuir a la sociedad, y cómo superar la aflicción y toda clase de obstáculos que puedan cruzarse en nuestro camino”. Sin embargo, estas obras y sus autores no parecen ser capaces de generar una revitalización de la vieja stoa. Probablemente su aceptación se limitará a una exigua minoría.

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Es el pensamiento oriental el que resulta más atractivo en la búsqueda que nos ocupa. Imágenes de Buda, de divinidades hindúes, mándalas, etc, están cada vez más presentes en las viviendas, hoteles, gimnasios y locales públicos. Proliferan los centros de Yoga, las ofertas de retiros de meditación en el campo, las consultas de medicina ayurvédica, las tiendas especializadas donde venden varillas de incienso, cuencos tibetanos, libros de espiritualidad, cojines de meditación y otros muchos productos relacionados con las prácticas espirituales orientales. En las redes sociales abundan cursos y conferencias sobre el tema, unos impartidos por conocedores y otros por verdaderos charlatanes. Todas las librerías generalistas tienen una sección donde se exhiben ediciones de clásicos como el Bhagavad Gita, el Sermón de Benarés o el Yoga sutra de Patanjali. También de pensadores modernos. como Swami Sivananda o Nisagardatta. Se publican obras en las que se comparan las ideas de filósofos europeos como Spinoza o Heidegger con escuelas hindúes como el Advaita Vedanta. El pensamiento oriental era hasta hace poco algo de minorías. En la actualidad suscita un amplio interés. Incluso el lenguaje cotidiano va adoptando términos de esta procedencia, como karma, reencarnación o nirvana.

El atractivo de estas corrientes de pensamiento es su no tajante separación entre filosofía y religión, y su fuerte impronta salvífica, que se ha perdido hace tiempo en la filosofía occidental. En ellas encuentran refugio quienes ya no creen en un dios providente, ni en la inmortalidad del alma a la manera de la tradición cristiana. Generalmente conocidas de una manera superficial, complejas ideas como la de Karma se convierte en un “a cada uno le termina sucediendo lo que se merece”, como resultado de un orden cósmico moral que sustituye a Dios. El esfuerzo por la destrucción del yo empírico para adentrarse en el verdadero Yo, supone la liberación de la existencia insatisfecha y deseante para penetrar en la serenidad e intemporalidad de Brahman. La levedad del nirvana sustituye al paraíso bíblico. Ni la historia, ni la existencia personal tienen sentido; lo importante es la salvación individual. Para alcanzarla no precisamos la gracia divina; basta con el propio esfuerzo y las orientaciones de alguien más avanzado en el proceso. Una alimentación lo más próxima posible al veganismo, la abstención del alcohol, el ejercicio y la meditación diaria son hábitos imprescindibles en el proceso de iniciación.

No es nuestra intención juzgar la plausibilidad del pensamiento de la stoa o de la espiritualidad oriental. Simplemente hemos querido mostrar su función en una sociedad en la que cada vez son más los que buscan un refugio interior, un jardín en el que refugiarse como los antiguos hedonistas de un exterior amenazante. Frente a la trascendencia-inmanencia de las religiones monoteístas, aquí el ser humano queda entregado a su propia inmanencia.

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