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ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 50, marzo-abril 2023
PABLO IGLESIAS Y LA TÁCTICA PARA LA IZQUIERDA DESDE 1914


En un artículo de 1914, Pablo Iglesias propone a sus compañeros socialistas algunos criterios a seguir en su acción política. No debe insultarse al adversario, y ni siquiera mortificarle. Eso no permite persuadir, y es deformante para los propios adeptos. El comportamiento a seguir es razonar; explicar de manera clara y lúcida los porqués y los objetivos a lograr. Todo ello con serenidad y con respeto hacia el adversario
Pablo Iglesias publicó en Acción Socialista, en noviembre de 1914, un artículo que tituló “La buena táctica”, en referencia a la que debía seguir el socialismo en su tarea emancipadora. Algunas de sus recomendaciones, si se nos permite el término, pueden ser inspiradoras para la izquierda, siempre y cuando hagamos una lectura actual, y se pretenda contribuir a generar un debate lleno de ideas y argumentos, y en favor del fomento de la educación política o cívica en el sentido más noble del concepto, y no como adoctrinamiento, un cáncer que no es solamente patrimonio de la derecha.
En primer lugar, Iglesias afirmaba que el progreso de las ideas dependía mucho de las condiciones sociales, pero también de la forma en la que se hiciera la propaganda; lo que hoy diríamos de la difusión del mensaje. De eso trataba el contenido de su trabajo y de eso trata esta pieza de hoy.
En primer lugar, no se podía llenar de improperios al enemigo –léase ahora contrincante político– empleando amenazas. De esa manera no se conseguía persuadir ni se llegaba a formar conciencias. Si se ganaban adeptos, resultaban muy mal educados. Así pues, primera lección si se quería conseguir convencer realmente.
Lo que había que hacer era razonar, explicar bien las cosas, no darles más proporciones que las que tuvieran, es decir, no había que exagerar, sino explicar en sus justos términos, diríamos hoy. Era necesario señalar acertadamente las causas que originaban las cuestiones y deducir lógicamente las consecuencias. Esa podría ser la segunda lección; es decir, razonar y explicar.
El mensaje debía ser expuesto en un lenguaje que no fuera mortificante para nadie. Tercera lección: no hacía falta castigar con términos y expresiones hirientes.
Pablo Iglesias no creía que para modificar la situación de la clase obrera hubiera que maldecir a sus causantes ni despertar odios, ni tan siquiera “predicar sentimientos de venganza”. Así no se conseguía que la ignorancia de los obreros desapareciera, ni ofrecía a los mismos elementos para la reflexión. Con maldiciones, amenazas y ataques personales contra los que explotaban o sus defensores nada se enseñaba. Con avivar el oído hacia los patronos y sus defensores no se solucionaba la irritación obrera. Cuarta lección, por tanto, esto es, serenidad y respeto.
Pablo Iglesias siempre desarrolló una intensísima vocación pedagógica, una virtud que hoy vemos muy poco en la derecha, pero tampoco abunda en la izquierda, con algunas excepciones. Habría que contar verdades, conocer y exponer los hechos, y explicar lo complejo, con el fin de romper la ignorancia. Ese era el camino hacia la fortaleza en la emancipación.
A pesar de todo lo que sabemos de la historia de la izquierda y del mundo, del creciente y casi crónico escepticismo que nos asalta, hoy se nos ofrece desde hace más de cien años una lección con la que no podemos dejar de estar más de acuerdo. En tiempos de populismos exacerbados, cuando la derecha y, lamentablemente, también alguna izquierda, contaminan todo con tergiversaciones, medias verdades, consignas sin razonamiento serio e insultos, se nos aparecen estas lecciones, sencillas en apariencia, pero que exigen formación, reflexión junto con convencimiento y energía, todo ello sazonado con un elegante proceder, y con educación.
Realmente, es sumamente interesante y sugerente que un personaje histórico nos siga inspirando a propios y extraños, pero la talla de aquel trabajador tipógrafo resalta desde el pasado entre tanta mediocridad.