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ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 51, mayo-junio 2023
ELECCIONES. OTRA VEZ LA IZQUIERDA ENTRE LA HISTORIA SIN FUTURO O EL FUTURO SIN HISTORIA


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La aparición de Podemos fue muy positiva para una renovación de la izquierda en España. Sin embargo, a partir de un cierto momento empezó a perder apoyo, debido a ciertos errores e insuficiencias humanas. Hacia el futuro, puede ser decisivo para los logros electorales de la Izquierda el que puedan llegar a un acuerdo eficaz Podemos y Sumar. Ambas formaciones tienen mucho que aportar, y de manera difícilmente reemplazable. Pero es necesario que la alianza entre ellas sea franca
¿Eres feminista? Si eres varón como yo, ¿te reconoces en una expresión como «nosotros los feministas»? Cuando uno escucha la palabra «feminista», oye dos cosas. Oye un ideal de igualdad entre hombres y mujeres. Pero oye también un activismo, una lucha con muchos episodios, una agenda de cosas por hacer. Puede ocurrir que uno sienta el ideal de igualdad, pero nunca haya sido activo en ninguno de los episodios de esa lucha ni haya sido parte de la agenda feminista. Entonces, aunque sienta el ideal, puede sentirse algo impostor al decir en voz alta «nosotros los feministas».
Las ideologías no son solo pensamiento sobre cómo ha de ser sociedad. Las ideologías son agenda, propósitos, lista de tareas y estrategia. Pero son también historia. Socialismo es agenda y es historia. Socialismo es lo que pretende el socialismo y también la historia del socialismo. La historia a veces se acelera, cuando hechos cortos en el tiempo son ricos en consecuencias. Esto suele ser aparente, esos hechos impetuosos suelen ser un brote súbito de procesos más lentos subyacentes. En todo caso, los sujetos los viven como estallidos. Eso fue Podemos en 2014. Aunque 2014 está ahí al lado, Podemos es y tiene historia. Y muy accidentada, por su influencia contundente en la política nacional, por la virulencia con que fue combatido (se llegó a implicar al Estado en tramas mafiosas contra la formación) y por la saña autodestructiva con que consumió y desgajó buena parte de lo que era. Ahora estalla Yolanda Díaz y Sumar, cuando tenemos elecciones municipales y autonómicas a la vista. Estas elecciones son un alto desde el que se ven otras mayores, las generales del invierno. Las elecciones de mayo no determinarán los resultados de las generales, pero sí las estrategias para ellas. Y todo el mundo está de acuerdo en que una parte muy importante de lo que pase en las generales dependerá de que Podemos y Sumar sean una sola papeleta o de que sean dos papeletas. En el primer caso, a día de hoy sería altamente probable que volviera a gobernar Sánchez en coalición con la izquierda. En el segundo, sería casi seguro que gobernaría el PP con la ultraderecha. La ley D’Hondt y las circunscripciones electorales en España no dejan lugar a fantasías. En realidad, hay una tercera posibilidad que luego mencionaré.
Podemos reclama historia. Yolanda Díaz ofrece futuro y agenda. La mayoría de la izquierda quiere que sean una sola cosa. Pero ellos se resisten y ocurre como siempre: que la gente va tomando partido y, a medida que eso ocurre, van resecando la imagen del otro y reduciéndola a una caricatura. En esa caricatura, los morados de corazón van viendo a Yolanda Díaz como una ambiciosa con buen marketing, con poco compromiso y de principios poco firmes, muy propensa a ser la podemita buena que no crea problemas al PSOE. La caricatura inversa presenta las reticencias de Podemos como debidas a un fundamentalismo ideológico rocoso que lo aleja de una actividad política útil en la vida de la gente, al narcisismo y frustración de personas clave de Podemos y a la apetencia desmedida de lugares en las listas, es decir, de sillas y puestos. Son caricaturas. Es esa tendencia maligna de la izquierda a volcar su peor indignación contra la izquierda. Educación, sanidad, pensiones, libertades, vivienda, relaciones laborales, impuestos, laicidad, igualdad: ¿en qué se diferencian en estas materias Podemos, Sumar, Más País, Comunes, Mareas, Bloque, Drago, Compromís, Adelante Andalucía o Izquierda Unida? Si coinciden en materias así, ¿qué puede ser tan importante para que se desunan y se peleen? ¿Qué se les puede decir? La izquierda de a pie tiende a desesperarse.
Y no hay que desesperarse, porque de la desesperación solo nacen actos expresivos, no hojas de ruta. Hay que rebajar ciertas virtudes de la izquierda y aprender a convivir con energía y, llegado el caso, con felicidad, con ciertas fealdades. Quien presida el R. Madrid o el Barça tiene que gestionar la conducta y motivaciones de veinteañeros multimillonarios, ignorantes y malcriados, ese es su negocio. Aquí hablamos de política. Egos, ambición, oportunismo, apariencia, insinceridad, falta de escrúpulos: perdonen la pregunta: ¿y qué, qué creían? La política, incluso cuando es una actividad noble con fines justos, es un oficio narcisista, de gente con tanto ego como principios, donde la ambición es el combustible habitual; donde que hay que medir los efectos de lo que se dice y de lo que se calla, con lo que la falsedad es una parte del decorado; y donde hay que ceder y, a base de habituarse a ceder y a hacer cosas distintas de las que se piensa, se erosionan los principios. Quien no sepa navegar en esas aguas no debe dedicarse a la política. La política es una sopa de principios, valores, egos, nobleza, ambiciones, grandezas y miserias. Quien se sienta concernido por la política debe verla así antes de desesperarse.
Podemos reclama historia. Todo cambió en 2014 con su aparición. Todavía hoy la política española es el efecto de la aquella sacudida que hizo chirriar los goznes de las estructuras políticas. Desapareció un bipartidismo favorecido por la ley d’Hondt, que no representaba cabalmente a la sociedad española. Se movieron toda clase de suciedades para detener aquel torrente, mediáticas, policiales y judiciales. Aparecieron en la escena política el ingreso mínimo vital, la pobreza energética (¿quién hablaba antes de estas cosas?), el parasitismo institucional al que habían llegado los partidos («casta», lo llamaron), algunas malas hierbas plantadas en la transición, la degeneración de la transición en la modorra de una nueva restauración, derechos de la mujer y de minorías hasta donde nunca se habían planteado, exigencias medioambientales, ética en el trato con los animales y movilizaciones que hacía mucho tiempo no conseguían los sindicatos. Se rompió el tabú de que un partido a la izquierda del PSOE pudiera estar en el Gobierno. Durante un tiempo Podemos dio sentido conjunto a movilizaciones sectoriales dispersas. Su ejemplo estimuló otras formaciones de nuevo cuño, como las Mareas o los Comunes, y se abrieron a incluirlas en su ecosistema. Y ellos fueron la interfaz entre el PSOE y Esquerra y Bildu para lograr algo notable: la implicación de partidos independentistas en la gobernación de España. Tienen historia y tienen heridas. Quieren reconocimiento. Pero los vicios derivados de superioridades morales de catecismo, de ambiciones, de vanidades, mezquindad y mediocridad devoraron el edificio con tanta rapidez como se erigió. Podemos fue una bomba que abrió una explanada en la izquierda, que sigue ahí, pero curiosamente, donde hay alternativa a Podemos en el espacio de la izquierda, los electores prefieren a esa alternativa (Bloque, Comunes, Compromís …).
Podemos tiene el gen del activismo extraparlamentario y puede tener la tentación de retomar el puro activismo ajeno a la política parlamentaria y políticas de gobierno, y de dar por buena una presencia mínima, pero rocosa y ruidosa, en el Parlamento. Semejante escenario pondría a la ultraderecha en el Gobierno, disolvería a Podemos como un azucarillo y lo reduciría a un canal de televisión de dudosa proyección. Tienen historia, pero necesitamos algo más que reivindicar la historia que empezó en 2014. Necesitamos movilización, ilusión y agenda. Podemos ofrece autoafirmación.
Yolanda Díaz ofrece justamente movilización e ilusión. La oferta de Yolanda Díaz no es tanto reconocimiento de la historia, cuanto agenda y empuje. Ofrece movilización; nadie ilusiona más que ella en el espacio de la izquierda. La explanada que abrió Podemos con su estallido sigue ahí y es muy relevante su tamaño, en votos y escaños. El tono de ensamblaje blando, suavemente populista, y la inocencia de una persona con pasado pero sin historia, hace que su movimiento succione con facilidad todas esas mareas, comunes y similares, que se fueron desgajando de Podemos o que directamente nacieron como transferencias simbólicas suyas. Los enfadados sienten fácil incorporarse a esa ola sin dejar de estar enfadados. Yolanda Díaz tiene buena conexión con los movimientos de libertades e igualdad (feministas, LGTBI, ecologistas…), con la tradición sindical (se suele describir su propuesta como de nuevo laborismo) y con la izquierda de clase representada sobre todo por IU (de hecho, esa es su militancia). Yolanda Díaz ofrece agenda, no porque haya sido muy explícita en sus propósitos, sino porque, a diferencia de lo habitual en la izquierda, viene avalada por una gestión exitosa en temas en que se suelen considerar irrealizables o infantiles las posiciones de la izquierda: salario mínimo, ERTE, concertación social. Hacía tiempo que los sindicatos no eran agentes reales de la situación social. Su retórica tranquila, solvente, muy estudiada y su gestión, le dan un crédito extraño en políticos progresistas. Por poner un ejemplo, está ahora hablando de la incorporación de la atención odontológica a la Seguridad Social. Normalmente, esto se tomaría como un brindis al sol, pero no si lo dice Yolanda Díaz.
Pero Yolanda Díaz tiene que tratar con la historia. La historia sin futuro acaba en una autoafirmación retórica sin incidencia en las cosas. Pero la mirada al futuro sin historia nos priva de raíz, de la savia del activismo, de la pátina en la que se reconoce la gente y de una referencia reconocible y estable. La gente no quiere rigidez, pero quiere compromiso. Yolanda Díaz necesita a Podemos, porque se necesita equipo, infraestructura y fuselaje. Ella está en la posición protagonista y tiene la responsabilidad de gestionar egos, herencias valiosas, mezquindades y ambiciones inanes. Ese es su trabajo. Puede fallar, pero no puede eludir su trabajo.
Decía que había una tercera posibilidad. Es la posibilidad de que se unan Sumar y Podemos, pero de mala gana, mirándose de reojo y concentrándose cada uno en que el otro no avance demasiado. Ya vimos en Andalucía este fenómeno y el monumental fiasco que supuso, en pérdida de votos y de ánimo. Si se unen con el deseo visible de cada uno de que la otra parte fracase, entrará la ultraderecha en el Gobierno. Es un mecanismo muy humano. Lo estamos viendo en el PSOE con Carmen Calvo, apuntándose a cualquier bombardeo que perjudique a Irene Montero y, con ella, al Gobierno.
Los árboles necesitan raíz para crecer; sin ella no tiene aporte de nutrientes. Pero también necesitan el sol y el aire para metabolizar esos nutrientes. Podemos no puede ignorar que Sumar es el elemento movilizador, el sol y el aire necesarios para crecer. Yolanda Díaz no puede ignorar que Podemos es la conexión con la historia reciente de España, la toma de tierra necesaria para cualquier impulso. Nadie tiene que esperar grandeza, armonía o amistad. Solo tenemos derecho a esperar y exigir lo fundamental: que hagan su trabajo.