MUSICANDO… EL FEMINISMO

José Ramón Rebollada

Vivir Quintana / Canción sin miedo

Persona con guitarra en las manos

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«Soy Claudia, soy Ester y soy Teresa.

Soy Ingrid, soy Fabiola y soy Valeria»

Feminismo. Es sólo una palabra, pero ¡qué palabra! Es una del grupo de las grandes, las que encierran e identifican las ideas que mueven el mundo. Vocablos que son conceptos con los que se intenta concretar la abstracción, señalar el mundo fascinante de lo que es inmaterial, de lo que está fuera de lo evidente porque pertenece al pensamiento, a la philosophía griega. Con ellos pretendemos acercarnos a la ética, a la justicia…

La imposición ideológica de la tradición judeo-cristiana-musulmana es determinante en el mundo en el que he nacido, en el que me he criado y el que he sufrido desde niño. Los escritos religiosos que me han inculcado a machamartillo (sin que nadie haya demostrado que sean verdaderos) dicen que un supuesto Dios creó al hombre primero y después a la mujer. La ciencia ha demostrado que esto es una falacia mayúscula, pero siguen diciéndolo aun sabiendo que es falso. No se retractan ni rectifican.

La religión también ha condenado a la mujer con el mayor descaro e indecencia. Uno de sus pasajes dice que Eva comió el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. Normalmente se representa como una manzana porque nadie tiene ni puta idea de cómo era el fruto de tan exclusivo árbol, seguramente porque no existió nunca. Pero lo grave de esta historia es que ese imaginario Dios condenó a la mujer a parir con dolor. Siempre me he preguntado si también impuso tan severo castigo a todas las hembras de todos los mamíferos que existen teniendo en cuenta que todas ellas paren de la misma manera. El caso es que condenó a todas las mujeres para siempre jamás por lo que hizo una al principio de la existencia, lo que dice mucho sobre la justicia de ese hipotético Dios misericordioso y bondadoso. Por supuesto esa presunta maldición religiosa es mentira y lo saben, pero siguen mintiendo. La cuestión es que esos escritos de las religiones abrahámicas han determinado el papel y las funciones de la mujer en sus sociedades que, por desgracia, fueron y son mayoritarias en buena parte del planeta.

La tradición judeo-cristiana-musulmana ha conformado el pensamiento patriarcal en el mundo que vivimos histórica y actualmente. Esa tradición ha impuesto a sangre y fuego la superioridad del varón sobre la mujer. En mi ya lejana juventud se decía que las mujeres tienen menos fuerza física que los hombres, lo que determinaba que no podían realizar muchos trabajos, por ejemplo, guardagujas, o camioneras, o campesinas. La historia demuestra sobradamente que no es así, pero es que, además, la ciencia demuestra que la estructura muscular humana es prácticamente idéntica en hombres y mujeres, demuestra que para la misma cantidad de músculo no hay diferencias en cuanto a fuerza entre los sexos, otra falacia, por tanto.

La impuesta supremacía del hombre está presente en todos los campos y especialidades. No hace mucho supe por una doctora en medicina que la biología que se estudia en la carrera es la masculina y se extrapola a la femenina, obviando el que probablemente sea el único campo en el que hay diferencias reales y determinantes entre hombres y mujeres: el biológico.

La mujer, a pesar de que es el cincuenta por ciento de la humanidad, está discriminada no desde tiempos inmemoriales sino desde que se estructuró socialmente la civilización humana. Los homínidos primitivos funcionaban de una manera más lógica, más justa (de verdad) … más decente.

Han tenido que pasar muchos siglos de historia para que las mujeres empezaran a reivindicar y conseguir su lugar en la humanidad, el que les corresponde, el que deben ocupar por derecho como demuestran a diario en las casas, en la universidad, en el trabajo… en la vida. Es tan verdad que hombres y mujeres somos exactamente iguales (excepto las diferencias físicas evidentes y funcionales) que en cuanto los hombres se han visto obligados a abrir un poquito la espita de la igualdad las mujeres han optado por cometer los mismos errores y perpetrar los mismos horrores que los hombres, por ejemplo, apuntándose a entidades tan inhumanas como el ejército o la policía. También hay ejecutivas del capitalismo de libre mercado provocando injusticias por pasta, aunque sean pocas las que deciden en el mundo del mercado, el capitalismo es profundamente machista todavía, pero todo se andará.

Esa pequeña espita abierta muy a pesar de los hombres supone en realidad una gran amenaza para su supremacía. Por eso el capital, la derecha y la ultraderecha se están defendiendo como siempre han hecho: propagando bulos y mentiras. Un reciente estudio ha concluido que la juventud española cree que el feminismo impone un pensamiento único, que los hombres han perdido la presunción de inocencia y que el sistema cancela a los hombres desprotegiéndoles jurídicamente. Tres embustes mayúsculos que han calado en las convicciones de los jóvenes, también de las jóvenes.

Yo soy machista. Lo soy por educación, cultura y costumbre y tengo que reconocerlo así. Me cuesta mucho obrar de otra manera en mi vida cotidiana, aunque lo intento. No obstante, tengo la convicción de que el feminismo es la última revolución, una revolución justa, absolutamente necesaria… imprescindible.

«Hoy a las mujeres nos quitan la calma.

Nos sembraron miedo…

nos crecieron alas»

La demostración más palpable y evidente de que el mundo todavía es inhumanamente patriarcal, heteronormativo y profundamente machista es el atroz fenómeno del terrorismo doméstico. Aquí lo llamamos violencia de género porque ha sido necesario inventarse un nominal para identificar una realidad criminal que es más dañina y perversa que el propio asesinato. La violencia de género constata que hay un ensañamiento de los hombres contra las mujeres.

Según los últimos datos del Ministerio de Igualdad (16 de mayo de 2023) desde 2003 tenemos un total de 1.201 mujeres asesinadas en España por terrorismo machista. Teniendo en cuenta este dato es oportuno establecer una comparación que me parece muy ilustrativa. El número total de víctimas de la banda terrorista ETA durante sus más de cincuenta años de barbarie armada asciende a 864. La banda etarra sigue estando presente en la arena política hoy a pesar de que dejó de matar y desapareció oficialmente hace ya varios años. Por contra el terrorismo doméstico, que se ha cobrado más víctimas que el etarra y sigue vivo, no tiene ese protagonismo. ¿Por qué?

El fenómeno del terror domiciliario no es exclusivo de España, se da en todo el mundo. Los párrafos que he entrecomillado para este artículo pertenecen a la letra de una canción de la autora mexicana Vivir Quintana que se titula «Canción sin miedo». Es un tema portentoso que sigue la mejor tradición de lo que se dio en llamar «canción protesta». La letra es poderosa, tiene la belleza de un poema de Neruda y la fuerza de los versos de Sergio Ortega o Carlos Puebla. La contribución musical del coro «El Palomar» es rotundo y sobresaliente. Una canción que es un grito, un torrente de indignación y reivindicación de justicia. Vivir Quintana termina su texto diciendo: «Y retiemblen sus centros la tierra / al sororo rugir del amor». Es un colofón humano, hermoso y esperanzador ante un terrible problema que nos afecta a todos, hombres y mujeres, si nos consideramos seres humanos. Te recomiendo que prestes mucha atención a cada estrofa, cada verso, cada arpegio, cada aullido armonizado, cada nota.

Vivir Quintana / Canción sin miedo

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