AP4711 MUSICANDO… LAS TRANSICIONES

ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 47, agosto-septiembre 2022

MUSICANDO… LAS TRANSICIONES

José Ramón Rebollada

Bruce Springsteen, War

Texto

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Transitamos conscientemente por el camino que nos lleva al abismo. Paso a paso. Sin prisa pero sin pausa,

aunque ahora estamos asistiendo a una aceleración muy peligrosa que no parece tener freno, no encontramos ronzal que domine a la bestia.

La última reunión de los mandamases de la OTAN en Madrid ha consagrado el resurgimiento de esa organización moribunda y el espíritu de la guerra fría. Tantos siglos de historia de la humanidad plagados de guerras no han servido para que aprendamos que las matanzas no solucionan nada, al contrario, enquistan odios, resquemores, venganzas y deseos de que la sangre siga vertiéndose por el barro en el campo de batalla.

Hace poco me reencontré con una reflexión de Albert Einstein que dice así: «Es imposible alcanzar la paz mientras cada acción se aborde con un posible conflicto en mente. El punto de vista principal de todas las acciones políticas debería ser qué podemos hacer para generar una coexistencia pacífica y una cooperación leal entre naciones». Lo que estamos haciendo ahora es exactamente lo contrario de lo que defiende Einstein. La invasión de Ucrania ha azuzado a los perros de la guerra, también las ansias belicistas de los militares de la OTAN y la ambición económica de la industria de las armas.

Hace unos pocos días se podía leer una noticia en el diario Público cuyo titular es el siguiente: «El lobby armamentístico reclama al Gobierno que blinde el gasto militar con una política de Estado». Y tiene toda la pinta de que sus deseos serán órdenes para el Gobierno español que se ha comprometido a aumentar el gasto militar hasta el 2% del PIB de aquí a 2029. Eso son más de 24.100 millones de euros con el PIB del año pasado, que en 2029 será más. Los que se enriquecen vendiendo máquinas de matar quieren que se les equipare a los médicos y a los maestros, quieren hacernos creer que ellos son también fundamentales para la humanidad cuando su cometido es liquidar a todo aquel se ponga por delante. No curar ni educar a las personas; matarlas. Ese es su cometido. Toda la experiencia humana acumulada durante siglos y siglos no les ha servido, no nos ha servido, para que nos convenzamos de que lo que necesitamos son escuelas y hospitales, no cuarteles ni polvorines.

Transitamos una vez más, y con rapidez, hacia la incultura de la destrucción y la muerte. El brazo ejecutor de Ares es más venerado que nunca desde la Segunda Guerra Mundial, y ni ese catastrófico conflicto parece convencer a la humanidad de las maldades de la guerra. Es tan básico como esto: si optamos por el armamento y el belicismo estamos eligiendo la muerte, no la vida.

Si me preguntan qué se debe hacer en el caso de que un déspota canalla como Putin decidiera atacarnos con su ejército y nosotros no tuviéramos ninguno no tengo respuesta, como tampoco la tendría si la situación planteada fuera al contrario. Se me ocurre que lo que deberíamos hacer es proponernos que nadie tuviera un ejército, así no habría peligro de que nos ataquen ni nosotros tendríamos la tentación de atacar. ¿A que parece una opción más sensata, humana y atractiva que apostar por lo contrario?

¿Es una utopía, una ingenuidad? En 1972 los nada sospechosos de pacifismo Richard Nixon y Leonid Brézhnev firmaron el tratado Salt para limitar el número de misiles antibalísticos, un acuerdo que estuvo vigente durante treinta años. ¿Por qué no andar por este camino en vez de correr por el otro? Deberíamos hacer caso a Einstein, deberíamos apartar de la mente la posibilidad de un posible conflicto bélico cuando tratamos con otros países porque los habitantes de todos los países somos seres humanos, y me apuesto todo el dinero que llevo encima a que la mayoría de la gente no quiere guerras, ni propias ni ajenas. ¿Por qué tienen que ganar siempre los belicistas al resto del mundo si son muchos menos? Imagínate que hay una guerra y no va nadie…

No me resisto a revisitar una vez más la canción «War» de Bruce Springsteen, un grito rabioso y descarnado en contra de la guerra. «Guerra, ¿para qué sirve? / Absolutamente para nada … La guerra / amiga solo del sepulturero». Es una de las canciones antibelicistas más estremecedoras que he oído. Además es un rock sobresaliente, con toda la fuerza y rebeldía propias del estilo. Una voz enfurecida por la indignación, una percusión poderosa y una guitarra eléctrica incisiva e impagable. Una canción deliciosa. Un rock imprescindible.

Por cierto, el vídeo no tiene desperdicio, atentos a él:

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