AP4706 LA TRANSICIÓN HACIA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO
ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 47, agosto-septiembre 2022
LA TRANSICIÓN HACIA LA EDUCACIÓN DEL FUTURO


La escuela es una institución tradicional, pero juega un papel importante en la educación intelectual, moral, social y afectiva de las personas. Por eso debe estar atenta al futuro para adaptarse y cambiar, sobre todo en cuestiones que tienen que ver con el logro de un mundo más justo y solidario, como indica la Agenda 2030
El famoso historiador Eric Hobsbawm[1] afirmaba que “debemos ser conscientes de que gran parte del futuro es, por principio o para fines prácticos, imprevisible”. Es cierto que sigue siendo difícil atinar en lo que va a ocurrir. Nadie había previsto la caída del muro de Berlín, y menos actualmente la pandemia o la guerra invasora de Ucrania. Pero, a pesar de ello, es necesario que las sociedades, como así ocurre, se doten de instituciones[2] e instrumentos que intenten predecir lo que va a venir a nivel global y en las diferentes áreas de la actividad humana. Los avances en la neurociencia, en la inteligencia artificial, en el denominado metaverso, etc., pueden conseguir una manera de vivir diferente y, por tanto, de enseñar y aprender.
Para abordar el futuro de la educación, hay que tener presente las siguientes cuestiones: la situación actual, de qué realidad educativa partimos; los condicionantes culturales, sociales e históricos de la sociedad; sobre qué aspectos del sistema educativo se quiere realizar el análisis y qué proyección tienen; qué metodologías y estrategias existen para pronosticar el futuro en el campo de las ciencias sociales, entre las que se encuentran importantes dictámenes de académicos y organismos nacionales e internacionales; qué factores educativos hay de crecimiento estable y controlables que conviene ir mejorando para avanzar hacia un destino educativo de mayor equidad y calidad; y para concluir con una reflexión de hacia dónde ir, cuál es lo prioritario.
Pensar en el futuro de la educación es preocuparse también por el pasado y el presente, de dónde venimos y cómo estamos. Es verdad que están en marcha importantes avances tecnológicos y científicos que van transformando nuestra forma de vida, pero creemos que estos cambios no serán suficientes para variar el status del sistema educativo y los hábitos o rutinas escolares. No existen suficientes fundamentos para considerar que se pueda dar una transición educativa; es decir, pasar a otro paradigma, a otro modelo de enseñanza; aunque hay gurús[3] que auguran que en 2036 desaparecerán casi todas las instituciones educativas. Lo cierto es que la escuela tiende a ser tradicional y a permanecer estática a lo largo del tiempo, con unas prácticas muy arraigadas. Poco ha cambiado en el ecosistema escolar desde hace 50 años: similares edificios, las mismas clases, parecidos horarios y calendarios escolares, materias idénticas, semejantes maneras de enseñar y evaluar, etc. El alumnado entra por la mañana, y cada hora va desfilando el profesorado impartiendo su asignatura con la ayuda de un libro de texto. En cada sesión se hacen los deberes de la clase anterior, se explica, y si da tiempo, se puede hacer algún trabajo individual o en grupo. Esa es la esencia de lo que ocurre en esa vetusta institución, bien es verdad que hoy adornada con todo lo digital: ordenadores, tablets, pantallas, móviles, etc. Esta forma de actuar ha educado a los seres humanos que pululamos la tierra, y entre ellos hay personas honestas, pero también malas; hay virtuosos y mediocres; hay brillantes investigadores; hay distinguidos y siniestros políticos; etc. Quizá, cuando las investigaciones del cerebro avancen más, sepamos realmente la influencia que la familia, la escuela, la cultura que nos envuelve, o la genética heredada, tienen en cada uno de nosotros; así será más fácil crear entornos favorables para que la niñez y la juventud adquieran el ideal de esas sociedades utópicas que nos han pintado como felices y justas. Pero a pesar de ese escenario monótono, por historias de vida y testimonios nos consta que la escuela y, en concreto algunos profesores, sí han tenido influencia en los valores de sus alumnos, en su desarrollo como personas e incluso en la elección de estudios y profesiones. Es decir, un sistema visto como obsoleto e inmemorial desde los parámetros de la modernidad, logra formar y educar a buenos estudiantes e influir positivamente en su proceso educativo, generación tras generación, atendiendo a su desarrollo no solo intelectual, sino moral, social y afectivo. Entonces ya tenemos una conclusión: cualquier mirada al futuro debe mantener las virtualidades de talante humanista que se dan en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Pero no vale esa diatriba de para qué y por qué renovarse si la “fábrica educativa” funciona. No cabe duda de que, si todo evoluciona en el ámbito social y económico, es lógico que la escuela se adapte a esa transformación, y esta se debe dar en las políticas educativas, en los principios y fines de la educación, en el currículo, en la organización escolar, en el profesorado, etc. El cambio es necesario, como, por ejemplo, ya demostró la Institución Libre de la Enseñanza y tantos movimientos de renovación pedagógica que ha habido y hay. Entendemos[4] por cambio educativo institucional:
La mutación que se produce en los principios, los fines, la organización, el currículo y la praxis de la escuela para adaptarse a la evolución social, por lo tanto, puede comprender decisiones, indistinta o conjuntamente de mejora, de innovación, de investigación, de experimentación y de reforma; está protagonizado e impulsado por los poderes públicos que tienen competencias para promover la mejora en aras del interés general de la sociedad; y en consecuencia debe, desde una visión positiva, atender la modernización del sistema educativo.
En otro orden de cosas, el estudio sobre lo que va a ocurrir siempre se ve afectado por el momento histórico y el contexto sociopolítico y cultural desde el que se hace esa proyección. Para ello, se tiene que tener en cuenta y apoyarse en una visión sistemática e interdisciplinar de las ciencias sociales y humanas como la sociología, la psicología, las ciencias políticas y económicas y la filosofía. Desde luego, los contextos culturales van variando y eso influye en la comunidad educativa que configura la escuela, aunque como hemos visto, los parámetros de su funcionamiento y organización sean clásicos. Claro, no es lo mismo pensar en el futuro de los países opulentos nórdicos de Europa que en los países pobres de África. ¿Cómo se ve a largo plazo la situación del mundo, cuáles serán sus problemas? La prestigiosa profesora y futuróloga Eleonora Masini[5] señalaba, a fínales del siglo XX, un pronóstico para los próximos cien años: aumento de la migración internacional; continua transformación de un mundo bipolar, en términos de poder político y económico; cambio, desde un punto de vista político, además de demográfico, de los confines entre países; aumento de los problemas ecológicos; nueva pobreza en zonas urbanas; nuevas enfermedades; la soledad de los seres humanos (ancianos, mujeres…); aumento de las familiares nucleares de un hijo, etc. Hoy podríamos decir, ateniéndonos a lo sucedido desde que se hizo este pronóstico, que es una predicción impecable y totalmente vigente. En consecuencia, la educación debe tener en cuenta esas variables para adaptarse a esos retos que ya están presentes en la vida de las gentes y poder ser una instancia crítica que aporte valor en el logro de una sociedad mejor y más justa.
Aparte de esa visión global, es preciso destacar sobre qué elementos del sistema educativo hacer la prospectiva, y no cabe duda de que las propias leyes educativas recogen los aspectos fundamentales que habría que tener en cuenta, y en parte marcan una tendencia sobre ellos: los principios y los fines de la educación, la organización de las enseñanzas, el currículo, las diferentes etapas educativas (objetivos, organización, principios pedagógicos, evaluación…), la formación profesional, la enseñanza de idiomas, las enseñanzas deportivas, la educación de personas adultas, el profesorado, los centros docentes, los órganos colegiados y de coordinación docente, la dirección, la inspección, la evaluación del sistema educativo, etc. Hay temas de especial notoriedad, como la equidad en la educación con el alumnado con necesidad específica de apoyo educativo, la compensación de las desigualdades en educación, la escuela rural; y otros específicos, como el calendario escolar, los libros de texto, etc. Todos los factores educativos están relacionados, y el cambio en uno puede afectarle a otro (si en los fines de la educación se introduce la preparación para el ejercicio de la ciudadanía, eso repercute inevitablemente en el currículo). Hay cuestiones de crecimiento estable y controlable que son predecibles, como la ampliación de la escolarización gratuita, el incremento en la oferta de enseñanzas que favorezcan el aprendizaje permanente, el aumento del presupuesto, etc. El reto de las políticas educativas es mantener un cambio educativo sostenido que vaya dando respuesta a esas necesidades. De todas formas, la LOMLOE (2020) define cinco enfoques que son claves para adaptar el sistema educativo a los nuevos tiempos: los derechos de la infancia; la igualdad de género; garantías de éxito de todo el alumnado; atender el desarrollo sostenible tal como marca la Agenda 2030 y el cambio digital. También los estudios internacionales, como los de Eurydice[6], reflejan un compendio de aspectos generales y específicos que pueden ser de gran ayuda; así, respecto al hecho de conseguir sistemas educativos más equitativos, se exponen procedimientos para que las autoridades educativas puedan actuar en mejorar la equidad en los centros educativos.
La prospectiva y sus metodologías (proyección, análisis comparado, opinión de expertos, etc.) son ineludibles en cualquier actividad humana, y por supuesto en la educativa. Es necesario utilizar herramientas y metodologías que nos acerquen a conocer el devenir con cierta precisión. Así tenemos a la prospectiva que utiliza técnicas científicas para explorar; se considera a Gaston Berger, con su obra El hombre moderno y su educación, el precursor de esta ciencia. La educación comparada también es una ciencia que nos permite, con rigor y fundamento, ver realidades en diferentes países y circunstancias. Otra fuente de información es conocer las propuestas de mejora que aportan las proposiciones de los partidos políticos, diferentes colectivos y organismos representantes de la educación como los sindicatos de enseñanza, las federaciones de madres y padres y estudiantes, los consejos escolares del Estado y de las comunidades autónomas.
Los informes de académicos y de organismos nacionales e internacionales, aportan mucha luz sobre el futuro de la educación. Con motivo del cambio de siglo hubo estudios significativos[7] de importantes especialistas que hoy siguen teniendo validez, en cuanto abordaron aspectos críticos y sensibles para la reflexión y la búsqueda de alternativas educativas de futuro: la cultura y la política en el nuevo milenio desde un proyecto de pedagogía crítica; un cambio de rumbo en las prácticas de gobierno de las reformas educativas contemporáneas; la necesidad de una educación crítica; un nuevo proyecto para una educación como derecho fundamental; la atención a la diversidad como proyecto cultural y educativo; la potenciación de la participación e implicación de los ciudadanos; la construcción de un nuevo modelo de educación desde la urgencia de una educación moral; y se veía como un reto y, a la vez, como una salida, la transformación de la escuela en comunidades de aprendizaje, donde es imprescindible la participación de la comunidad.
Hay organismos nacionales con ricas visiones, como la Oficina Nacional de Prospectiva. Así, en la prospectiva de 2050[8], hay un capítulo dedicado a la educación; se describe un diagnóstico donde nuestro país tiene un rendimiento menor y de peores resultados de aprendizaje que la mayoría de países de nuestro entorno, con elevadas tasas de repetición y abandono escolar. Y para evitarlo, propone:
Que España debería llevar a cabo reformas profundas en su sistema educativo, aprovechando las ventajas que ofrecerán tanto la digitalización como el cambio demográfico. Tendremos que transformar la carrera docente, modernizar el curriculum, ampliar la autonomía de nuestros centros educativos, crear un sistema de evaluación eficaz, reforzar los mecanismos de apoyo a los centros más desfavorecidos, potenciar la educación de 0 a 3 años. El objetivo debe ser conquistar la vanguardia europea antes de mediados de siglo.
Los organismos internacionales, desde hace años, intentan dar buenas pautas de por dónde debería ir la educación. Así la Unesco[9] ha sido siempre pionera en indicar hacia dónde hay que avanzar y los obstáculos que hay que sortear en educación. En el último informe[10] de 2021 “Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación”, se tratan las tecnologías digitales, el cambio climático, el aprendizaje cognitivo emocional, el retroceso democrático o la polarización social, etc.; y dedica un capítulo a la defensa de implantar pedagogías cooperativas y solidarias, junto a otras recomendaciones sobre el trabajo transformador de los docentes, la necesidad de transformar las escuelas, el papel innovador del futuro de la educación y termina haciendo un llamamiento a la solidaridad mundial.
Para concluir, las políticas en general, y en especial las educativas, tienen el reto de ser parte profunda del estado de bienestar y por tanto deben consolidar y blindar una escuela pública de calidad, lo mismo que en la sanidad. Como se indica en la declaración del Foro Mundial sobre la educación de Incheón, y en el Marco de acción para la realización del Objetivo 4, la educación es un bien público cuyo principal garante es el Estado. Sería bueno que algunas de estas decisiones se hicieran con el mayor consenso posible.
Los principios educativos y los fines que están determinados en las leyes están bien definidos, pero habría que priorizarlos y ponerlos en valor en consonancia con lo que definen los organismos internacionales, como la Agenda 2030 de la ONU, que habla de “garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje para todos”. Se destaca la idea de fortalecer el papel de la educación para la paz, los derechos humanos, la educación intercultural y el desarrollo sostenible; se habla de una educación para la ciudadanía global. En esta línea hacía alusión[11] a que:
Podemos afirmar que la educación siempre va a ser un buen antídoto que irradia bondad desde la ética y tiene el gran desafío de inculcar los valores del pacifismo y la no violencia, la lucha por la justicia, la dignidad y la libertad del ser humano. En la “aldea global”, se podrá instruir a las futuras generaciones de forma eficiente, con los nuevos inventos y tecnologías, pero principalmente se deberá educar para resolver las lacras de la conflagración, la indigencia y la opresión que, nos guste o no, las generan individuos que pasan por procesos escolares durante bastantes años; no nacen por generación espontánea, sino que repiten y perpetúan los errores y esquemas de dominio y poder. Un estudio sobre el futuro debe, por tanto, enfocarse como un deber moral y tener en cuenta que la cultura liberadora es la que promociona al hombre como persona.
Dentro de las primeras prioridades en las políticas educativas de este país, está avanzar para paliar la segregación escolar en el ámbito socioeconómico, discapacidad, etnia y género, como demuestra y defiende en un extraordinario ensayo[12] desde el punto de vista de los derechos fundamentales, el profesor Fernando Rey.
El currículo debería basarse en que sus objetivos, contenidos y metodologías estuvieran en consonancia con esos fines educativos; en una palabra, que la práctica fuera coherente con la teoría. Las competencias a alcanzar que marcó la Unión Europea son un buen referente a tener en cuenta en el día a día. Eso lleva a cambios metodológicos que ya han comenzado, pero se tienen que extender como forma habitual del trabajo escolar.
La organización escolar (órganos de gobierno y didácticos), junto a otras variables como el tiempo escolar, las actividades complementarias y extraescolares, deben adaptarse a esa nueva filosofía de la educación. Es clave, por ejemplo, dirigir la función directiva a una de carácter claramente educativo y de liderazgo pedagógico, y darle mayor protagonismo a la participación escolar. El profesorado se adapta a los cambios, pero estos hay que facilitarlos. Hay que hacer socialmente más atractiva la profesión docente. En un informe de Eurydice se intenta demostrar cómo las políticas pueden contribuir a hacer más sugestiva la profesión docente. La propuesta del Ministerio de Educación y Formación Profesional toca todos los ámbitos necesarios para mejorar esta profesión: formación inicial, formación permanente, acceso a la profesión docente, especialidades y desarrollo profesional.
Cuando la UNESCO publicó en 1984 “Sobre el futuro de la educación. Hacia el año 2000” aportó ya una cuestión que sigue siendo clave: “La educación está también llamada a preparar las mentalidades para asumir la originalidad de cada pueblo y a suscitar actitudes de respeto al otro y comportamientos de solidaridad planetaria”. Desde luego la solidaridad tiene que ser una prioridad en cualquier escenario futurible.
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Hobsbawm, E. (2000). Entrevista sobre el siglo XXI. Crítica, p. 14 ↑
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Prueba de ello es la Federación Mundial de Estudios del Futuro ↑
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Vidal M. (2019). La educación del futuro. Desde 2020 al 2050. https://www.marcvidal.net. Es conferenciante, divulgador y consultor en economía digital. ↑
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Esteban Frades, S. (2013). Revisión de las políticas y prácticas del cambio educativo institucional. Avances en Supervisión Educativa, 18. ↑
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Alonso Concheiro A. y Medina Vásquez, J. (2013). Eleonora Barbieri Masini. Alma de los Estudios de los futuros. Fundación Javier Barrios Sierra A.C. ↑
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– Eurydice (2021). Indicadores estructurales para el seguimiento de los sistemas educativos y de formación en Europa 2021: resumen de las principales reformas desde 2015.
– Eurydice (2021). Equidad en la educación escolar de Europa. Estructuras políticas y rendimientos del alumnado ↑
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– Imbernon F. (coord.) (1999). La Educación en el siglo XXI. Realizan aportaciones valiosas: T.S. Popkewitz, H. Giroux, J. Gimeno, R. Flecha, P. McLaren, L. Rigal, O. Macedo, M. Subirats y el propio F. Imbernon.
– Imbernón, F. y Jarauta B. (2012). Pensando en el futuro de la educación. Una nueva escuela para el siglo XXII. Graó. Se actualizó el discurso a través de otra publicación en el que se tratan cuestiones como el de la configuración de una escuela continúa en un espacio-tiempo-electrónico que no estará ubicada en edificios entre paredes y con la organización que existe hoy, o el plurilingüismo y la globalidad; el profesorado y el alumnado; el currículo y la evaluación como recurso de aprendizaje; o el edificio escolar. ↑
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Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España (2021). España 2050.Fundamentos y propuestas para una Estrategia nacional de largo Plazo. ↑
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El primero de los informes, de 1972, “Aprender a ser: la educación del futuro de Edgar Faure”, el segundo informe de Jacques Delors, de 1996, la educación encierra un tesoro que marcó cuatro pilares de la educación: aprender a ser, a conocer, a hacer y a vivir juntos; en 1999 Edgar Morin escribe los siete valores básicos para la educación del futuro”. El informe de 2015 “Replantear la educación ¿Hacia un bien común mundial? ↑
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UNESCO. Comisión Internacional sobre los Futuros de la Educación (2022), Reimaginar juntos nuestros futuros: un nuevo contrato social para la educación. Fundación SM. ↑
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Esteban Frades (2013). Cómo encarar el devenir de la educación desde las diferentes ciencias sociales y humanas. La visión de los futuros profesores. Avances en Supervisión educativa, 19 ↑
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Rey Martínez (2021). Segregación escolar en España. Marco teórico desde un enfoque de derechos fundamentales y principales ámbitos: socioeconómico, discapacidad, etnia y género. Marcial Pons. ↑