AP4802 SOCIALISMO Y ECOLOGÍA: AVANZANDO EN IGUALDAD
ARGUMENTOS PROGRESISTAS N.º 48 noviembre-diciembre 2022
SOCIALISMO Y ECOLOGÍA: AVANZANDO EN IGUALDAD


Los socialistas son sensibles a lo que implica justicia y compromiso social. Sin embargo, la ecología parece como si afectara de manera más lateral a esos valores. La realidad es que el desinterés hacia el medio ambiente repercute duramente en colectivos desfavorecidos, sobre todo en países subdesarrollados y en cuanto a las generaciones futuras. Por otra parte, los desastres medioambientales que estamos empezando a sufrir, son a veces generales, y con frecuencia graves y, muchos de ellos, irreversibles. Los indicadores tradicionales para medir el desarrollo se han mostrado inapropiados. Es necesario que los socialistas tomemos una conciencia profunda de la importancia de la sostenibilidad ambiental
1. Socialismo es igualdad: ampliando el enfoque
A los socialistas se nos reconoce por nuestra lucha contra todo tipo de desigualdades, y por lo tanto a favor de la consolidación de los derechos básicos de todos los ciudadanos: la salud, la educación, las pensiones, un trabajo digno, la igualdad entre hombre y mujer…
Hemos combatido, y seguimos combatiendo, para garantizar la viabilidad de las respectivas políticas públicas; y por ello defendemos la necesidad de una fiscalidad suficiente y progresiva. Sin justicia fiscal no hay justicia social, y vivimos precisamente en un periodo de intenso debate sobre el papel de los impuestos. Creo que estamos actuando ahora con mayor coherencia que en otras épocas recientes, y que afortunadamente cada vez se nos identifica mejor con una política fiscal progresista, frente a las posiciones de los partidos de la derecha y de la ultraderecha, defensores de reducir drásticamente los impuestos (en particular los que afectan a quienes más deberían contribuir al bien común).
Así que, sin duda, la ciudadanía puede encontrar en nosotros una respuesta efectiva a sus preocupaciones más inmediatas. Es cierto que esta percepción se ve contaminada por el empeño de demasiados medios de comunicación en descalificar a nuestro gobierno y confundir a la opinión pública, utilizando la mentira como una auténtica arma de destrucción masiva, erosionando la necesaria confianza en las instituciones democráticas.
Es nuestra obligación, en primer lugar, dar ejemplo, de forma coherente con nuestros valores, cualquiera que sea nuestra actividad, pública o privada; y en segundo lugar, escuchar a la ciudadanía, intentando entender las razones, en su caso, de su desafección, y ampliando nuestra ambición para generar esperanza en el futuro.
Es con esta actitud, desde la empatía y la permanente actualización de nuestro compromiso con el bien común, como debemos revisar nuestra prioridad en favor de la igualdad, con un enfoque que vaya más allá de nuestras fronteras y más allá de las generaciones presentes.
Nuestro partido ha sido siempre internacionalista, como proclama nuestro himno: trabajamos para que la Tierra sea “un paraíso para la Humanidad”; y hemos demostrado nuestro apoyo entusiasta al proceso de integración europea —apoyo, durante un tiempo, empañado a causa de las políticas neoliberales de “austeridad” impuestas por las instituciones comunitarias… —. Hemos defendido, además, la importancia de la ayuda al desarrollo; y hoy día muchos de los ayuntamientos y Comunidades Autónomas en los que gobernamos demuestran de manera fehaciente su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, una auténtica hoja de ruta progresista a escala internacional.
Sin embargo, somos menos reconocibles en cuanto a objetivos de orden ecológico —desde el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la contaminación en todas sus variantes…—. De entrada, tendemos a centrarnos en su concreción más próxima, la que más nos afecta directamente y de forma inmediata. Es lógico que nos preocupen las consecuencias económicas o sociales de decisiones que comportan cambios en nuestro sistema productivo o en nuestros hábitos de vida. Por eso resulta crucial la creación de instrumentos para garantizar una “transición ecológica justa”; por ejemplo, mediante
convenios entre administraciones y agentes sociales en los territorios en los que se cierran determinadas centrales de producción de energía, de forma que se garantiza la creación de nuevos empleos y el apoyo a la innovación en los procesos de producción.
Pero tenemos que reforzar nuestro compromiso más allá de nuestras fronteras, contribuyendo a la construcción de respuestas globales, en particular en el ámbito de los desafíos ambientales, de acuerdo con nuestro empeño por la igualdad: y es que quienes más sufren los efectos devastadores del cambio climático, de la pérdida de biodiversidad y de la contaminación… son los ciudadanos más desfavorecidos de los países más pobres… Es decir, precisamente aquellos que menos han contribuido al deterioro de los equilibrios ecológicos; por ejemplo, el África subsahariana apenas emite un 2% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI), y, sin embargo, está sufriendo ya, con frecuencia cada vez mayor, algunos de los fenómenos meteorológicos más graves (sequías, inundaciones…), lo que agrava la pobreza y el hambre que padecen.
Estamos, por lo tanto, ante un desafío ético a escala global.
Y no solo considerando el presente: nuestra aproximación a las necesarias actuaciones frente a los problemas ambientales tiene que integrar la variable intergeneracional. Los efectos ya visibles, en particular, del cambio climático, se irán agravando, incluso si todos los países cumplieran con sus compromisos en cuanto a reducción de emisiones de GEI, ya que algunos de esos efectos son prácticamente irreversibles. Por ejemplo, la desaparición de los glaciares y del hielo de los Polos será imposible de revertir, entre otras cosas como consecuencia de nuevas actividades económicas que pueden aprovechar esos procesos, consolidándolos a medio plazo…
El cambio climático exige, pues, un compromiso con las generaciones futuras, que previsiblemente van a vivir en un entorno todavía más degradado e inseguro que el actual. Hablamos de niños y niñas, de jóvenes que no habrán contribuido en absoluto a dicha situación … y ante los que tenemos la responsabilidad de ser la primera generación con suficiente información para entender las consecuencias de nuestro modo de vida, así como para implementar los cambios necesarios para detener el calentamiento global y para comenzar a restaurar nuestra biosfera.
Así que, como socialistas, la ecología debe ocupar un lugar prioritario en nuestra agenda política, en estrecha conexión con nuestra apuesta por la igualdad y por la justicia social, desde un compromiso global e intergeneracional.
2. Socialismo es progreso, más allá del PIB
La mejora de las condiciones materiales de vida está lógicamente asociada al incremento de la producción de bienes y servicios, y por lo tanto al aumento del PIB y del empleo. El PIB es un indicador agregado que expresa el volumen total de la producción de un país, de acuerdo con el valor de mercado de los bienes y servicios incluidos, en un determinado periodo de tiempo. Nada nos dice sobre las condiciones laborales, las desigualdades sociales o el impacto ambiental de dicha producción; y por eso, desde hace ya décadas, se utilizan otros indicadores para medir el progreso de las sociedades, que depende en gran medida de variables no monetizables: la calidad de los servicios públicos, la salud y la educación de la ciudadanía, la justicia social, la confianza en las instituciones, la seguridad, la preservación de los equilibrios ecológicos…
En las resoluciones de nuestro 40 Congreso Federal reiteramos nuestro compromiso con la sostenibilidad ambiental, como vector de nuestra apuesta por la igualdad y como requisito imprescindible para un progreso justo, seguro y duradero. Y nuestro gobierno está implementando un marco legislativo en materia de cambio climático y energía, así como actuaciones para la transición ecológica con financiación de los fondos Next Generation UE (el 40% de su importe global). Ello supone una extraordinaria oportunidad de creación de empleo y de innovación en nuestro modelo productivo, que no podemos desaprovechar.
España se encuentra hoy día en la vanguardia de la producción de energía renovable, precisamente cuando resulta más evidente que solo las energías renovables pueden garantizar la seguridad en el suministro de energía y por lo tanto la deseable autonomía.
Las y los socialistas españoles estamos pues en condiciones de contribuir a un presente y a un futuro más próspero, haciendo frente a los retos ambientales, con suficiente financiación para que la transición ecológica se desarrolle de forma justa, con la oportuna implicación de la ciudadanía.